DON CLAUDIO, UNA PASIÓN TREMENDA POR LOS TRENES

«La vida es como una estación de tren, la gente va y viene todo el tiempo, pero los que esperan el tren contigo son los que valen la pena.» 

(Anónimo)

Preámbulo                         

Hoy es 28 de febrero de 2024. Se cumplen once años del fallecimiento de un madrileño enamorado de Santomera. Pese haber nacido en la calle Platería de Murcia y haber pasado gran parte de su vida en la capital de todos los españoles, su madre, doña María Murcia Fernández, se encargó de que desde bien pequeño estableciera estrechos lazos sentimentales y morales con un pueblo del levante español que fue la referencia esencial de toda una estirpe familiar, una familia que se quedó tan prendada de Santomera que a ella quiso corresponderle dejándole una huella imborrable.  «No sé qué pasa aquí en Santomera, pero todo el que la conoce acaba enamorado de ella», dijo don Claudio Hernández-Ros Murcia en una entrevista a la televisión local a principios de la década de los noventa del siglo pasado.

Con motivo de la presente efeméride se escribe y se publica este texto. Y se escribe y se publica a cuatro manos y a dos corazones. Si el año pasado, con motivo del X Aniversario del fallecimiento de don Claudio, fueron sus cuatro hijos quienes dieron un paso al frente para aupar la memoria de su padre, este año, por diversas razones, he querido que sea su hijo mayor, Ignacio Hernández-Ros Kirkpatrick, quien particularmente me acompañara en esta noble y hermosa tarea que es la de el recuerdo, la de, etimológicamente, hacer regresar al corazón la memoria de quien tanto bien hizo en Santomera. Y no es que en algún momento  saliera de nuestros corazones su memoria. Sólo se trata, así lo veo yo, de abrirlos como se abre una botella de champagne y hacer que salga disparado el corcho que atesora nuestros  sentimientos y nuestros pensamientos más profundos. ¡A ver si tenemos suerte y todas esas burbujas llegan al cielo y tocan a quien a todos nos tocó en la tierra de manera tan especial!

Muchas gracias Ignacio por tu amabilidad, por aceptar con tanta generosidad y humildad mi invitación, muchas gracias también a tu mujer Teresa por sumarse con tanta naturalidad y cariño. Cosas como esta me hacen pensar que quien siembra, recoge. Y tu padre y mi abuelo no debieron hacerlo muy mal cuando, después de tantos años, ambas familias, la tuya y la mía, siguen encontrándose en esta aventura que es la vida, para darles, como antaño, a los santomeranos un motivo de orgullo, un estímulo más para enamorarse de este pueblo de Murcia que nada tiene que envidiar a ningún otro.

A la memoria de tu padre va dedicado este trabajo que con tanto orgullo y respeto escribo. Ojalá lo recibáis todos con la misma ilusión con la que yo lo público.

¿Por qué Ignacio Hernández-Ros Kirkpatrick?

En realidad, podría haber colaborado en esta publicación cualquier otro de los hijos de don Claudio y de doña Eugencia, pues todos tienen muchas cosas que contar de su padre. Todos sienten el mismo amor y devoción por quien fue faro y antorcha en sus vidas.

Su elección quizás tenga que ver con que en el trabajo de hace un año, el que se publicó en el X Aniversario, hubo algo que omití, algo que no conté. Y creo que es buen día hoy para hacérselo saber a santomeranos, murcianos y madrileños.

También he de decir que quizás tenga algo que ver que la figura de Ignacio no es nada ajena a Santomera. ¿Algún santomerano, ya entrado en años, conserva en su memoria a una santomerana llamada Brígida? Me refiero a mi tía bisabuela (por vía materna), hermana de Adela (jefa del servicio de la familia Borreguero Artés), hermana de María (esposa de Juan ‘el Regante’ -patriarca de los Regantes-)… Pues Brígida fue la tata de Ignacio, quien cuidaba de él en Santomera y en Madrid, además de ser la cocinera preferida de don Claudio.

Ignacio, para más señas, celebró su boda en la Finca del Jardín de Santomera. Recuerdo que su madre me confesó en Madrid: «fíjate si significaba tanto Santomera para mi marido, que sus deseos fueron que su primer hijo se casara allí». Al contarle esto el año pasado a Ignacio, este dijo: «Seguramente mi padre quiso eso. Pero yo me casé en Santomera porque lo decidió mi mujer. Vio aquella finca y lo deseó, como todas las grandes decisiones familiares, que las deciden las mujeres». (Otra vez volvemos a la idea de que quien conoció Santomera y el Jardín, preso de amor quedó; otra vez volvemos a la idea de que las mujeres fueron mucho más importantes en la historia de lo que algunos creen).

Declara con afecto Teresa Bellosillo Goyoaga:

«Efectivamente, la que tuvo la idea de casarnos en Santomera fui yo. ¿Por qué? Porque Ignacio y yo, cuando empezamos a salir, al tiempo Ignacio hizo un programa de informática donde se registraban todas las labores de ahí, de la finca, de Montanaro y de Santomera. Y entonces, iba los fines de semana y los puentes a trabajar en el ordenador. Iba haciendo el programa y desarrollándolo. Y cada vez que iba Ignacio, iba yo con él. Y en Santomera estaba don Claudio en aquella casa grande. La verdad es que pasamos mucho tiempo los fines de semana, puentes y vacaciones, y nos escapábamos por ahí, nos íbamos a la playa, nos conocimos mucho ahí… Era una finca que me encantaba: me encantaba estar, me encantaba las paellas de tu abuela, me encantaba pasear por los limoneros… y bueno: decidimos casarnos allí.»

Ignacio y Teresa se casaron bajo los auspicios del Jardín y el Huerto más importante de la historia de Murcia el 31 de octubre de 1993.

Una pasión tremenda por los trenes

¿Qué fue lo que se omitió hace justamente un año? Pues una declaración de Ignacio sobre una de las aficiones de su padre, una «pasión tremenda» que lo mantuvo entretenido durante toda su vida y ensimismado hasta los últimos días: los trenes y la historia del ferrocarril en España.

Al preguntarle al hijo mayor del matrimonio Hernández-Ros Kirkpatrick por la tremenda pasión de su padre por los trenes, no ha sido necesario una larga lista de preguntas, él solo ha cogido carrerilla, como si estuviera viendo a su padre ahora mismo, y yo solo he tenido que agachar la cabeza y ponerme escribir todo cuanto he podido:

«Desde que era niño, recuerdo que mi padre tenía maquetas de tren. Siempre dominó el modelismo y lo que conlleva: su construcción, darle la electricidad que necesita… En casa siempre veía cientos y cientos de revistas de Renfe, supongo que estaría inscrito en ellas.

Cuando se jubiló se compró una caravana para viajar. Le encantaba viajar, sobre todo a Santomera. Pero tardaba días en llegar a Murcia porque se paraba en muchas estaciones de trenes. Se quedaba junto al maquinista y hablaba con él, o se detenía en un ferrocarril cerca de una mina viendo cómo habían sido los trazados o cómo podían haber sido.

Fue de los primeros Amigos del Ferrocarril. Y le encantaba el Tren de la Fresa, un tren a vapor que sale en primavera y hace un pequeño recorrido por Madrid.

Cuando falleció, sus hijos no sabíamos qué hacer con sus maquetas. Se las ofrecimos a Renfe para donarlas. Eran tan grandes y asombrosas que decidieron exponerlas. No es normal que un museo acepte este tipo de donaciones. Las expusieron junto a una plaquita que ponía: donada por los herederos de don Claudio Hernández-Ros Murcia.

Su afición llegaba muy lejos. En casa hemos visto cosas muy raras y particulares. Por ejemplo, teníamos en una de las paredes una placa de tren con un agujero. Había sido ametrallada en la Guerra Civil y mi padre la tenía colgada como curiosidad de la historia del ferrocarril.

Agustín Valderrama (hermano de Nacho -padre este de mi primo Carlos-), tuvo mucha relación con todo esto. Por el hecho de ser primos, íbamos con él de excursiones de pequeños. Fue un cargo en Renfe y era amigo de mi padre. Ambos conversaban sobre los trenes y el ferrocarril. Comentaban algún artículo que había salido en las revistas, entre ellos se desvelaban algunas cosas que sabían y que no salían en los artículos…»

He aquí, estimados lectores, una de las maquetas realizadas por don Claudio:

«La maqueta original “Alcázar de San Claudio” fue construida entre 1993 y 1997 por el doctor D. Claudio Hernández-Ros Murcia, traumatólogo, ortopedista y miembro de la Real Academia de medicina de Murcia. Sobre el tablero recreó un paraje ferroviario imaginario de la línea ferroviaria de Madrid a Cáceres y Portugal, situado en las proximidades de Talavera de la Reina (Toledo). La maqueta contaba con un único circuito (vía Märklin) para la circulación de trenes, todos ellos habituales de la línea, entre los que se encontraba el Lusitania Expreso.

Sin embargo, su principal valor radicaba en la gran riqueza de detalles en cuanto a paisajismo y arquitectura, realizados casi todos de modo artesanal recreando mediante escenas y personajes en ambientes típicos de la década de 1960 en España. Para su construcción, además de madera, papel y cartón, empleó materiales reciclados como latas de conserva, piezas de bisutería e incluso radiografías.

Tras su fallecimiento en 2013, la familia donó la maqueta al Museo. Ubicada ya en la sala de modelismo, fue reconstruida y ampliada tanto en superficie como en infraestructura.»

(Sala de Modelismo. Museo del Ferrocarril de Madrid.)

Conclusiones

Don Claudio, como traumatólogo alcanzó todas las metas posibles, por ello capitaneó las sociedades más importantes a nivel nacional e internacional, siendo fundador de algunas de ellas. No existe en el panorama español muchas personas que alcancen su larga y profunda trayectoria profesional (léase el homenaje del X Aniversario de su fallecimiento).

Sin embargo, su talante filántropo, su idiosincrasia como hombre renacentista del siglo XX, le hizo explorar distintos campos del saber. Y uno de ellos fue el mundo de los trenes.

Antes de fallecer, creó un canal en youtube. En él explicaba cómo montaba sus maquetas de trenes. Incluso inventó algunos trenes y trayectos. Tuvo la capacidad suficiente de aportar al mundo del ferrocarril  cosas que nadie había hecho antes, ni la gente que se dedicaba profesionalmente a ello.

Llegó a conducir, él mismo, trenes de vapor. Y los santomeranos deben saber que ha sido la única persona en la historia que descubrió por qué no pasa por Santomera el tren. Lo tenía todo tan estudiado, que lo llegó a explicar a Tele Santomera cuando Paco Antón le preguntó por su opinión, como hombre sabio, de este pueblo.

Desde una perspectiva material, y respecto a la historia de la evolución de Santomera en cuanto su trazado de calles y vías, dijo don Claudio algo que aunque cayese en saco roto en su momento, hoy se recoge en este trabajo para conocimiento de nuestra propia historia:

«Santomera perdió, y eso es poco conocido, la conexión con el tren. Era más lógico y estaba pensado que el ramal de Murcia-Alicante hubiese pasado por Santomera. Desgraciadamente, la compañía hizo primero el trazado Murcia-Cartagena y se fue a la vertiente contraria del río. Y entonces, fue la Compañía de Ferrocarriles Andaluces la que hizo el tramo Alicante, y entonces con él era más sencillo y lo empalmó en Alquerías. Pero en origen ya hubo un estudio  precisamente y el trazado ferroviario debería haber pasado por Santomera. Sin embargo, nos ha venido la bendición de la Autovía que nos conecta a Europa.»

¡Pues aquí lo tienen de nuevo! A un hombre que por sus saberes e investigaciones en distintos ámbitos, por su profunda y polifacética formación y diversos inventos, tiene mucho de aquellos prohombres que se forjaron en escuelas italianas que pretendían recuperar ideales clásicos del mundo antiguo. Aunque, como bien es sabido, y si no pregunten a todas las personas que lo conocieron, en lo que más destacó, su mayor contribución a su familia, amigos y a este pueblo que tantos desvelos le produjo, fue su bondad, esa capacidad de hacer el bien que, a día de hoy, aún sorprende cómo es posible que existiera una persona tan extraordinariamente buena.¡Faltan días en esta vida para dar las gracias a la familia Murcia por habernos correspondido de esta manera tan singular y hermosa!

¡Descansa en paz, queridísimo don Claudio, que te lo has ganado! ¡El Santo Sepulcro de tu familia sigue a buen recaudo, las rosas verdes de tu bisabuelo siguen viendo amaneceres! Parafraseando al poeta de Orihuela: entre las flores te fuiste, entre las flores nos quedamos.

(PD: ¡Toc, toc! Vuelvo a llamar a la puerta de quien quiera abrirme y tome en consideración lo que propuse hace justamente un año: que el Ayuntamiento de Santomera se plantee si este hombre de bien, esta gran persona, por sus logros materiales y humanísticos dentro y fuera de nuestro Municipio, merece la honorable distinción de Hijo Adoptivo de la Villa.)

Manuel García Sánchez (nieto de Manolo del Jardín)

Santomera, 28 de febrero de 2024

X ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DE DON CLAUDIO: HABLAN SUS CUATRO HIJOS

A la memoria de don Claudio, por haber hecho grande a Santomera, por su incansable lucha por mejorar la vida de sus vecinos.

Agradecimientos

Vaya por delante, antes que nada, mi más sincero agradecimiento a los hijos de don Claudio:  Ignacio, Claudio, Antonio y Luis. Todos han dado un paso al frente cuando se les propuso colaborar en el texto que hoy se publica. Ninguno dudó en aceptar la invitación de rendir tributo a la figura de su queridísimo padre.  El que aquí escribe, solo espera corresponderlos con esta semblanza como ellos me han correspondido a mi. Muchas gracias.

Introducción

A las aladas almas de las rosas…
de almendro de nata te requiero:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández

Tal día como hoy, 28 de febrero, dejó de latir hace diez años en la capital de España un corazón especialmente noble y bondadoso, singularmente generoso y servicial. Con su pérdida, tanto Madrid como Murcia quedaron huérfanas de por vida. ¡Y qué decir, en especial, de su querida Santomera! ¡Aún se siente su presencia los viernes de Pasión junto a ‘La Cama’, donde el perfume de los alhelíes, acompañados del tintineo de los cristales de roca, embriagan su rostro ensalzándolo a la vera de las tulipas! ¡Aún en un pequeño  jardín el verde de sus rosas canta su nombre cada mañana y cada noche sin tregua, como si amanecer y anochecer, cada día, solo tuviera el sentido de no dejar caer en el olvido su tierno recuerdo!

En realidad, qué duda cabe, y por justicia a la verdad hay que decirlo, aquel 28 de febrero no nos separó de él, pues son muchos los que aún crecen gracias a su ejemplo, no son precisamente pocos los que siguen caminando junto a sus pasos como si de una brújula se tratase. Don Claudio falleció aquel día, pero en ningún momento murió.

Que sirvan los honores del recuerdo para conmemorar a quien nunca dejó de darse a los demás. Que sean sus cuatro hijos quienes honren la memoria de su padre a los ojos de madrileños y murcianos, a los ojos de todos los que tuvieron la dicha y fortuna de conocerlo. Y si al cielo tiene que ir este trabajo, que vaya en línea recta y sin atajos, y que lleve como combustible, al menos esa es la intención y voluntad, el mismo cariño y respeto que él nos tuvo a nosotros.

Don Claudio, una eminencia mundial de la traumatología. Su paso por la Seguridad Social.

La trayectoria académica y profesional de don Claudio Hernández-Ros Murcia trasciende los parámetros de cualquier mortal normal, pues, sin miedo a errar, se puede afirmar que no solo consiguió todo aquello que se propuso, sino que difícilmente muy pocos hubieran llegado más lejos que él.

“Su tesis doctoral, La influencia de diversos factores en la producción de las fracturas del cuello del femur, dedicada a su esposa,  fue presentada en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid en 1967, recibiendo el Premio extraordinario de doctorado, convirtiéndolo en Doctor en Traumatología y Ortopedia.  Jefe del Servicio de Traumatología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, su talento y su escrupulosa formación científica lo convirtieron en Académico Correspondiente de la Real Academia de Medicina de Murcia. Su presencia en las sociedades científicas del panorama nacional fue un impulso para el mundo científico,  pues fue fundador en 1977 y primer presidente de  SIBB (Sociedad Ibérica de Biomecánica y Biomateriales) y miembro de SECOT (Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología en España). También fue miembro de las sociedades internacionales más célebres, instituciones que fueron la vanguardia del progreso científico: ESB (European Society of biomaterials de Bolonia y Bruselas), SICOT (Société Intenacionale de Chirugie Orthopédique et de Traumatologíe) y SIROT (Société Internationale de Recherche en Orthopédie et Traumatologie).”

(Don Claudio, ‘el humanista’, M. García. 2020.)

Su hijo Claudio nos desvela un hecho que quizás nadie en Santomera conozca. Su padre también estudió la licenciatura de Ingeniería Industrial, aunque solo se preocupó de las asignaturas que tenían que ver con su vocación de médico. “Él no buscó ningún título, solo quería adquirir más conocimiento para ir aún más allá en el mundo de la medicina”.  Y es que don Claudio fue un inventor que creó patentes para mejorar la vida de los demás, como ciertas placas para los problemas óseos de sus pacientes. Además, “inventó una cama para la Seguridad Social, para que los enfermos pudieran estar en posiciones más cómodas. Dicha patente la regaló mi padre a la empresa Flex”, narra Claudio con orgullo pero con no menos sencillez. “Mi padre no contaba nada, pero yo me enteré por mi madre del porqué todos los años llegaba a casa una cesta de Navidad junto a un cisne de porcelana”, relata. Era la casa Flex en agradecimiento al regalo que don Claudio les hizo a la empresa y a la sociedad entera.

Su hijo mayor, Ignacio, nos cuenta que su padre fue quien inició y lideró la lucha para que en la Seguridad Social la relación médico-paciente fuera más humana: “él fue quien empezó lo que hoy aún muchos médicos luchan, ese deseo por dedicar más tiempo a los pacientes, y que no solo quedara en los 15 minutos que la institución marcaba. Mi padre, en consultas privadas, llegaba a dedicarle a sus pacientes una hora y media”, relata en tono reivindicativo pero con la misma amabilidad que envuelve a todos sus hermanos.

¿Qué es lo que vio una persona como don Claudio en Santomera?

De procedencia de una familia pudiente, y con distintas propiedades repartidas por España, ¿por qué eligió don Claudio Santomera? ¿Por qué Murcia? ¿Qué vio una persona como él en nuestro pueblo?

Al realizar esta pregunta a los cuatro hijos de don Claudio, todos tienen la prudencia de decir que lo que van a expresar es su opinión, ya que los cuatro guardan discreción en no poner en la boca de su padre algo que ellos no escucharan de primera mano. No obstante, todos han contestado porque “a todas luces” todos vieron una relación muy especial de su padre con Santomera.

Su hijo Antonio, sin dudarlo, confiesa que su padre siempre se sintió muy cómodo con nuestro pueblo: “Siempre se sintió muy acogido, Santomera era un refugio para él.”

Ignacio señala el origen de la familia como fuente de esta relación tan entrañable que su padre tuvo con los santomeranos: “Habría que hablar de nuestra abuela ‘Marichu’, pues mi padre y mis tíos fueron quienes se encargaron de gestionar su herencia, un trabajo repartido en tres lotes”, señala. “A él le tocó la parte de Murcia”. También quiere recordar Ignacio, como hecho significativo, que en el D.N.I de su padre figuraba: nacido en Murcia, por lo que fue murciano de nacimiento. Y es que don Claudio, otro hecho que quizás casi nadie conozca en Santomera, nació en la calle Platería.

(No olvidemos que don Claudio fue hijo de doña María Murcia Fernández y de Don Antonio Hernández-Ros Codorniú, nieto por via materna de don Juan Murcia de Villalonga y doña Maria Dolores Fernández Llimós, bisnieto  del padre de ‘La Cama’ y ‘Las Rosas Verdes’ don Juan Murcia Rebagliato y doña Felisa de Villalonga, así como tataranieto de don Antonio Murcia García y doña Teresa Rebagliato Sorzano, hasta llegar al origen de la familia Murcia, don Juan Murcia y Josefa García, naturales de Bigastro.)

“Donde más recuerdo viajar a mi padre, y viajó mucho, -dice su hijo Luis- es a Santomera, donde pasó largas temporadas”. “Era una mente muy inquieta y no paraba, ni de trabajar ni de ayudar a los demás. Lo que yo recuerdo es que mi padre prefería estar en Santomera antes que en cualquier otro sitio”, expone Luis. Y añade: “lo que vio mi padre en Santomera, seguramente, fue la gente que se encontraba allí. Era el lugar donde más cómodo se sentía. Nunca olvidaré las colas que se formaban allí para verlo a él y pedirle opinión médica.»

Claudio, por su parte, que fue el hijo que más tiempo estuvo en Santomera (entro otras muchas cosas, su primer año de la Licenciatura de Derecho lo hizo en la Merded), no duda en afirmar que todo dependió básicamente de una cosa: “era el cariño y el reconocimiento de la gente del pueblo lo que a mi padre le llenaba, un amor correspondido porque él también los quería a ellos mucho. Se sentía querido por todos, sin olvidar a la figura de Manolo del Jardín, que siempre fue una extensión de nuestra familia.”

Los valores de don Claudio

Antonio, al preguntarle por los valores de su padre, contestó con firmeza inmediatamente: “eran todos”. “Destacaría la entrega a su familia, a su trabajo, a sus amigos… añade. “A mi padre lo recuerda todo el mundo como un hombre bueno, nadie jamás me ha hablado nada malo de él. Se llevaba bien con todo el mundo sin renunciar a sus principios. Su propia forma de ser lo hacía una persona cercana.”

Ignacio detalla que el carácter de su padre era muy afable: “con él era muy fácil hablar y comentarle cualquier cosa.” “El valor más importante de mi padre –dice- fue su disposición a ayudar a los demás, compartir sus conocimientos, él siempre se preocupaba muchísimo por los demás”,  expresa. “Su humanidad fue lo que más le caracterizaba.”

«A él, sencillamente, le gustaba estar con la gente. Hablar con uno y con otro, independientemente de cómo era. Siempre estaba pendiente de ellos. Su mayor valor como persona fue la bondad y la generosidad, bondad y generosidad que he visto refrendada en la gente y en sus comentarios sobre él. También hay que decir que era un buen conversador. Le encantaba hablar. Y sobre todo: involucrase con los problemas de los demás.”, cuenta con cariño Luis.

Claudio también nos deja un testimonio en la misma línea que sus hermanos: “la generosidad fue su principal valor. Tremendamente generoso. Atendió a la gente de Santomera sin pedirle nada a cambio. Incluso llegó a contestar al mal con el bien. Te contaré una anécdota que ilustra esto último –comenta-: hubo alguien que metió la mano donde no debía. Cuando esa persona apareció por la casa de Manolo del Jardín para que mi padre curase a su madre de una enfermedad, la atendió como si hubiera sido cualquier otra persona. A mi, que era muy joven, se me abrieron las carnes y se me llevaron los demonios al pensar que mi padre no lo estaba haciendo bien, y le repliqué indignado. Él me contestó: tú no tienes ni idea de cómo hay que ser en la vida, esa mujer necesita ayuda y no tiene la culpa de lo que hizo su hijo.”

Colorario: Don Claudio, ¿Hijo Adoptivo de Santomera?

La pregunta no es por qué razones debería ser Hijo Adoptivo de Santomera una persona como don Claudio. Sino por qué el Ayuntamiento de Santomera no lo ha considerado antes como tal. La figura de Hijo Predilecto o Adoptivo es la más alta distinción que un Ayuntamiento puede otorgar a un hijo suyo, ya por nacimiento, ya por adopción. En ella se recoge la idea de dar las gracias públicamente con honores,  por los méritos contraídos por una conducta ejemplar en pro de los intereses morales y materiales de una comunidad.

Esta idea-propuesta no es nueva. Sin ir más lejos, ayer mismo en una entrevista en Radio Sureste Cope, Juan Francisco Nicolás, Presidente de la Cofradía del Santo Sepulcro, la sugirió.

El que firma y redacta este trabajo, esta loa, este tributo a  esa gran persona que fue don Claudio en todos los sentidos, no tiene la menor duda de que este médico humanista enamorado de Santomera recibiría la distinción con mucho agradecimiento, como tampoco le cabe la menor duda que su respuesta sería muy parecida, tanto en el tono amable y sonrisa bondadosa como en el fondo, a la que dio Manolo del Jardín (la mejor persona que conoció en su vida don Claudio -según él-) cuando le dieron el título de Hijo Adoptivo en Santomera:

“Lo agradezco mucho. Pero me habéis hundido la autoestima, pues yo ya venía considerándome hijo natural de Santomera desde hace ya mucho tiempo.”

Manuel García Sánchez, nieto de Manolo del Jardín.

Santomera, 28 de febrero de 2023.

LA ‘CALLE SANTOMERA’ DE TORREVIEJA: UNA HISTORIA DE AMOR ENTRE HERMANOS

 

Hoy me sabe el corazón a sal

Agradecimientos

A mi familia, por haber sembrado en mi el amor por Santomera y sus raíces. A Rafael, responsable del Archivo Municipal de Torrevieja, por ayudarme desde el primer segundo como si me conociera de toda la vida y quisiera hacer un brindis a la amistad. Y a Juanito, por estar siempre de manera incondicional. Todos son coautores de este breve y humilde trabajo de investigación. Gracias.

Prólogo

¿Qué santomerano no conoce Torrevieja? ¿Quién no tiene recuerdos de su infancia en esta ciudad valenciana? ¿A quién no se le encoge el corazón cuando recuerda lo afortunado que fue de niño o joven en sus playas? ¿Hay alguien al que no se le caiga una lágrima de nostalgia al pensar en los que ya no están entre nosotros, aquellos que lo hicieron todo posible?

Hoy, día de San Valentín, día de los enamorados, reciba el pueblo de Santomera y el de Torrevieja este pequeño regalo que con orgullo y devoción a ambos les hago.  Esta publicación se escribe con tanta ilusión y amor que solo puedo arrepentirme de no haberlo escrito antes.

Personalmente, voy a centrarme en el origen de la Calle Santomera en Torrevieja, es decir, porqué Torrevieja decidió dedicarle una calle a Santomera. A los amables lectores, les dejo, si así lo estiman, el comentar o compartir, el llorar o sonreír. Seguro que muchos tienen mucho que contar. Mi única misión en esta labor es poner en valor un origen compartido, gritar a los cuatro vientos una historia de fraternidad y agradecimiento. ¡Y me sobra garganta!

Intentaré pregonarlo de la manera más rigurosa posible, pero con no menos pasión. Este trabajo se escribe para que ninguno olvidemos de dónde venimos, es decir: qué fue lo que nos convirtió en lo que hoy somos.

¡Feliz día de San Valentín, santomeranos y torrevejenses!

Cómo dar las gracias a un pueblo que hizo grande a otro pueblo

No siempre son acertadas las decisiones de nuestros políticos. Pero, en ocasiones, sucede que algunos no pueden ser más ejemplares. En esos momentos es cuando la política recupera lo que se le debería presuponer, a saber: la honestidad y la honradez con la que nació. Es entonces, y solo entonces, cuando aquello de “servidores públicos” recobra todo su sentido, toda su dignidad.

Además, y sobre todo, los políticos no dejan de ser personas. Y en una ocasión como la presente, conviene ensalzar y entronar la figura de uno de ellos: don Francisco Díez, alcalde de Torrevieja en el año 1975. Él fue el máximo responsable de que Santomera tenga un lugar en el callejero de Torrevieja. Él fue quien en la Sesión Ordinaria del 30 de junio dejara por escrito lo siguiente en el punto 6 (Informes de Alcaldía):

“Así mismo les comunico e invito a los actos proclamados para el próximo día 26 de Julio de CONFRATERNIZACIÓN (la mayúscula es mía) con los pueblos de la Vega Baja como consecuencia de la apertura y nombramientos de las nuevas calles con los nombres de los citados pueblos, a cuyos actos han sido invitados todos los Alcaldes titulares de los mismos.”

Una parte importante de Torrevieja estaba creciendo gracias a los pueblos de la Vega del Segura  que veraneaban en ella, y este señor no dejó escapar la ocasión para dar las gracias. De bien nacido es ser agradecido, refrán que el alcalde llevó hasta sus últimas consecuencias.

Santomera fue uno de esos pueblos que hizo grande Torrevieja. Y Torrevieja tomó buena nota de ello y al mundo quiso hacérselo saber. Porque una cosa es tener una casa o un piso, y otra bien distinta crear un hogar y ser uno más del lugar.

La crónica del periódico Vista alegre, semanario torrevejense

El 24 de julio las Actas no recogen nada más al respecto. El 21 de agosto tampoco. Debemos ir a otro tipo de fuentes para saber más sobre el asunto que aquí nos ocupa. Y es en el periódico del pueblo de Torrevieja donde encontramos un documento que se conserva como oro en paño gracias a los archivistas torrevejenses.

El periódico Vista alegre nació con vocación de cronista en 1955 para dar cuenta de lo que sucedía. Hoy revista con su número 3300 (en su edición 11 del febrero de 2023), detalló en su número 1044 un 3 de agosto de 1975 lo acontecido. ¡Qué hermoso documento! En términos hernandianos: ¡Dan ganas de vestirlo de abrazos!

Como hemos podido comprobar, el acto no se celebró el día que recoge el acta del 30 de junio, sino el sábado 3 de agosto, fin de semana anterior a la publicación del periódico.

Con el titular Fiesta mayor en la Colonia de “San Roque”, conocido popularmente en la actualidad como Barrio de San Roque a secas, los detalles no deberían dejar indiferentes a nadie:

“Con motivo de la inauguración de 17 calles de la Colonia de San Roque, a las cuales ha impuesto los nombres de otros tantos pueblos de la Vega Baja del Segura, que se consideran miembros constitutivos de San Roque, se celebra, en el citado barrio, el pasado sábado, con asistencia de autoridades provinciales y locales, y de los Alcaldes (con sus respectivas esposas), de los pueblos que, a continuación, mencionamos:

Catral, Torreagüera, Pinoso, Beniajám, Beniel, Santomera, San Miguel de Salinas, Monteagudo, Albatera, Dolores, Almoradí, Bigastro, Callosa, Rojales, Benijúfar, Redován y Benejúzar.”

Mirador de la calle Albatera, junto a edificio Caribe. // M. García.

Afirma el semanal, recogiendo la intención y deseos cumplidos del alcalde de Torrevieja: “una gran fiesta de confraternización y buena voluntad” se dio. “Fiesta mayor en la Colonia de San Roque” fue el titular del artículo que aquí desmembramos.

Todo se hizo con tanto entusiasmo y agradecimiento que la música y el baile se apoderó de todos: “banda de trompetas, un grupo de majorettes y la Banda Municipal de Torrevieja”.

Tampoco faltaron proclamas al cielo y a los corazones de los asistentes: “los discursos de rigor se dieron en el siguiente orden: Alcalde de Torrevieja, don Francisco Díez; Alcalde de Almoradí, don José Alonso, en representación y voz de los 17 Alcaldes asistentes; señor cura arcipreste de Torrevieja, don Patrocinio Villalgordo, y el señor inspector provincial del Movimiento, don Rogelio Buiel Mira, en representación del señor Gobernador de la Provincia.”

Unión. Amor. Amistad. Agradecimiento. Hermandad. Esas fueron las banderas que se izaron aquel día en pro de todos sin excepción, donde la exclusión quedó excluida. Alicante y Murcia se dieron la mano en virtud de los sentimientos más nobles y las ideas más elevadas. Relata la crónica: “los pueblos de la Vega Baja, enclavados en las provincias de Alicante y Murcia, cuyos habitantes se habían reunido, en esta colonia de San Roque, radica en la costa urbana de Torrevieja, que viene a ser, en cierto modo, una pequeña ONU de las dos provincias.”

En el acto, el Cura Párroco recordó la leyenda de Rómulo y Remo. Y les pidió a todos los representantes que trajeran un poco de tierra de sus pueblos para construir una capilla en este barrio que, según el pueblo de Torrevieja, es tan de Santomera y de los demás pueblos como de ella. Fue la generosidad de los más pudientes los que dieron alas a la idea, siendo doña Ana Sánchez, viuda de Rodríguez, quien regaló parte de sus terrenos para tal fin.

No faltó el vino después de los discursos. Las sonrisas reluciendo en las bocas y la ilusión de los asistentes hicieron música y baile propios en esta Torrevieja tan querida por los santomeranos. ¡Y cómo no! ¡Flores! Un ramo de claveles regaló la esposa del Alcalde de Benejúzar a la esposa del Alcalde de Torrevieja.

Conclusiones

En el libro de Actas del XXX Congreso de la Asociación Española de Cronistas Oficiales, citados estos en Torrevieja del 14 al 17 de octubre de 2004, y encabezados por Francisco Sala, Cronista Oficial de Torrevieja, escribe en su prólogo Pedro Hernández, alcalde de Torrevieja:

“Solo espero que cuantos nos visitaron se sintieran como en casa y al partir llevaran en su corazón un especial sentimiento que nos acompaña al dejar un lugar querido al que un día nos gustaría volver.”

Creo que cualquier santomerano que por sus venas lleve a Torrevieja, hará suyas estas palabras, pues a todos nos mueve un pasado común, las ganas de regresar a nosotros mismos, cada cual con sus experiencias, cada uno con sus propias vivencias. Incluso en la actualidad, aquel que pise Torrevieja está destinado a aumentar su amor por ella, no quedándose solo en la nostalgia de un pasado.

Torrevieja, Vieja Torre Vigía, capital de habaneras, ciudad de la sal. Santomera, Santa María, cuna de labradores, ciudad del limón.

Las salinas de Torrevieja, las más grandes de Europa. // ABC

Ricardo Lafuente Aguado nos deja esta habanera maravillosa:

“Es Torrevieja un espejo

donde Cuba se mira

y al verse suspira

y se siente feliz.”

Felicidad. Suspiros. Lo que se dice de Cuba, dígase también, con el permiso del autor de la habanera, de Santomera al verse en el espejo que Torrevieja es para nosotros.

Y es que Santomera y Torrevieja es un matrimonio para toda la vida, de esos que se dicen sí quiero mirándose a los ojos sin titubear y con una sonrisa que destila orgullo y felicidad, que juran amor eterno como el enamorado aquel que hinca la rodilla en el suelo ante su amada ofreciéndole su vida entera.

He aquí, santomeranos y torrevejenses, nuestra historia, la historia de una fraternidad que nos hace ser compañeros del alma, hermanos del corazón.

Manuel García Sánchez,

Santomera, 14 de febrero de 2023.

¿POR QUÉ ‘LA CAMA’ DE SANTOMERA SE VISTE CON ALHELÍES BLANCOS? EL ORIGEN DESCONOCIDO DE UNA GRAN HISTORIA

Doña Eugenia Kirkpatrick Mendaro

“En el Santo Sepulcro hay un cuerpo frío. El que vino a traer la luz, baja ahora hacia lo más oscuro. El que nos anunció la vida eterna, está atado por los lazos de la muerte. El que era la Palabra, el Verbo, está ahora callado. Ni sus discípulos pudieron comprenderlo entonces, ni nosotros tampoco. Pero Jesús tenía que bajar a lo más hondo para salir de allí renacido. Dejémosle que descienda también a los infiernos de nuestra alma, a las cloacas de nuestro espíritu, para que allí, en el silencio del abismo, germine la simiente de la luz, de la palabra, y de la vida, y triunfe con la luz de la primavera. Tiene que haber un viernes doloroso para que llegue el júbilo mañanero del domingo”.

(Antonio Díaz Bautista, fragmento del pregón de Semana Santa de Santomera de 2003)

Preámbulo

Hoy es Viernes Santo. Viernes de Pasión. El Santo Entierro vuelve a las calles de Santomera después de tres años de ausencia. Y ‘La Cama’, paso más emblemático de la Semana Santa de Santomera, icono del sentimiento religioso y cultural de la huerta murciana, prepara sus mejores galas para hacer lo que mejor sabe hacer: Historia.

Tal día como hoy, y tronando en mi memoria y corazón las personas que con sus hechos me enseñaron a amar las cosas nobles de Santomera, las bonitas de verdad, personas de mi familia que hablaron poco pero que hicieron mucho, quisiera desvelar a los miembros de la Cofradía del Santo Sepulcro de Santomera un pequeño secreto: las razones por las que ellos se afanan con tanta ilusión y devoción en la mañana de este viernes para vestir el Paso con alhelíes blancos, el porqué de esta tradición, los nombres y los apellidos de las personas que hicieron nacer este patrimonio y tradición  floral tan especial. 

He aquí, pues, por primera vez en la historia, el origen desconocido de los alhelíes de ‘La Cama’.

El origen desconocido de los alhelíes blancos de ‘La Cama’ con nombres y apellidos

El origen más remoto de esta historia lo encontramos en la persona de doña Eugenia Kirkpatrick Mendaro, viuda de don Claudio Hernández-Ros Murcia (presidente de Honor de la Cofradía del Santo Sepulcro de Santomera). Hija de don Luis Kirkpatrick O’Donnell, Barón de Closeburn y de doña Blanca Mendaro Romero, nieta de la Marquesa de Altamira  doña María Victoria  O’Donnell Vargas y nieta de la Condesa de Santa Teresa doña María Concepción Romero Ruíz del Arco, fue doña Eugenia quien decidió, tres años después de contraer matrimonio con don Claudio en la parroquia de San Jerónimo del Real, que a partir del año 1967 ‘La Cama’ se engalanara con alhelíes blancos (dobles).

El porqué, y aquí está el origen desconocido de esta historia, fue el siguiente: cubrir los farolillos del trono para que no fueran visibles, sencillamente, porque no todos eran iguales a los originales. Después de una búsqueda concienzuda  buscando en anticuarios de Murcia y Orihuela idénticos farolillos y no conseguirlo, se decidió que estéticamente iba a quedar mejor así el Santo Sepulcro.

El encargado de diseñar la estructura de los forjados  donde se alzan las flores fue diseñada por  don Claudio con su propio puño. Y fue David Castejón, a petición de la familia, quien llevó el diseño a la realidad. Desde entonces, los alhelíes darían esa elegancia unitaria que se buscaba, esa nueva etapa en la que los propios vecinos de Santomera acabarían siendo cautivados por su singular  y embriagador perfume. Perfume que se ha convertido históricamente, y se puede decir en voz alta, en una seña de identidad de este pueblo tan hermoso cuyo nombre significa: ‘Santa María’.

Aunque durante casi cuatro décadas fueron plantados en la Finca del Jardín, sembrados del 15 al 20 de agosto (tres ubicaciones distintas llegaron a tener), los primeros alhelíes se compraron fuera de Santomera. Fue el hombre de confianza de la familia Murcia y máximo responsable de este patrimonio, Manuel García Peña -Manolo ‘del Jardín’-, quien llevó a la práctica y mantuvo el origen concreto de esta tradición floral. Y en una ocasión como la presente, es oportuno y justo al mismo tiempo desvelar la identidad de la persona que lo acompañó y asesoró, nunca antes mencionada en esta historia. Fue el vecino que siempre le fue fiel, el vecino de Santomera que años  después volvería a protagonizar este origen, buscando alhelíes  allende nuestra fronteras cuando los nuestros por razones meteorológicas no estaban óptimos para su ‘Cama’. Esta persona que no permitió que ningún año quedase ‘la Cama’ sin sus flores también tiene nombre y apellidos y es la siguiente: Francisco Nicolás Fenor,  padre de Juan Francisco Nicolás, presidente este último de la Cofradía a la que escribo y dedico este breve bosquejo histórico sobre el Yacente del Jardín y la pureza original de sus flores.

Algunos miembros de las dos familias de Santomera que iniciaron esta historia.

¡Gloria y honores a todos los que lo hicieron y hacen posible!

Manuel García Sánchez

Santomera, 15 de abril de 2022.

CÓMO NACIÓ LA HISTORIA DE LAS ROSAS VERDES DE SANTOMERA

Casa del Huerto en el siglo XIX // Archivo Rosas Verdes

«La rosa verde, también conocida como rosa china verdiflora (‘rosa chinensis viridiflora’), es uno de esos ejemplares raros y escasos de la naturaleza. Su singular belleza y su extraño porte hacen de ella un objeto de coleccionista para los amantes de las rosas, que ven en ella una joya. Y una de esas joyas se conserva en Santomera, como un tesoro desconocido a la espera de ser descubierto.»

(Las rosas verdes, el tesoro desconocido de Santomera. 2016. C. Guardia.  Agrodiario)

Prólogo

Cuando acudas a la lectura que hoy te presentamos, nos gustaría que pensases en esos hombres y mujeres buenos que conociste a lo largo de la vida y que para ti son como gigantes que te ayudan a entender las cosas que hoy como adulto te suceden.

Con la lectura del trabajo de mi amigo Manuel  rendimos un homenaje sincero a esas personas   cuyo denominador común fue un profundo amor por los santomeranos y por la tierra que los vio nacer.

Algunos hicieron cosas excepcionales valiéndose de pequeños dones y de los regalos que humildemente les fueron entregados por otros o por Dios mismo.

Por ello, la historia de las rosas verdes es tan sólo una más dentro de la belleza de aquellos, a los que conocimos algunos, que las amaron y las cuidaron en vida.

Desearía que la investigación de mi amigo Manuel siguiera su curso ampliando los horizontes a muchas más de todas esas personas que son héroes de lo que hoy es un pueblo rico y floreciente, pero que antaño fue una aldea sin asfaltar, de gente buena y comprometida y sin cabida a las conveniencias de los políticos de turno.

Un abrazo, querido lector.

Claudio Hernández-Ros Kirkpatrick,  tataranieto de don Juan Murcia Rebagliato.

Madrid, 22 de mayo de 2021.

Introducción: del Jardín de Santomera  de don Juan al Jardín del Buen Retiro de Madrid

El Jardín de don Juan de Santomera visto desde la Casa del Huerto. S. XIX // Archivo Rosas Verdes

Tal día como hoy, hace 141 años, nació la historia oficial de las flores con mayor valor patrimonial del municipio de Santomera. «La historia de las rosas verdes comienza con un viaje a Madrid, el primero del que se tiene constancia documental. En él, Juan Murcia llevó a la Exposición de Plantas, Flores y Aves del Jardín del Buen Retiro, entre el 22 de mayo y el 2 de junio de 1880, todas sus variedades de rosas», contaba el 30 de mayo de 2017 Pepa García en el diario regional La Verdad.  Antes de meterse en faena,  anticipaba en el rotativo la periodista: «Los descendientes de Manolo del Jardín conservan unos extraños ejemplares ‘mutantes’ cuyo origen se remonta, al menos, al año 1880».

Bajo el patronato de S. M. la Reina de España, en el  insigne  evento  organizado por la Sociedad Madrileña Protectora de los Animales y las Plantas, las rosas verdes fueron presentadas en público ante lo más granado del panorama nacional de la botánica, hecho que nos indica que no solo nos encontramos ante uno de los capítulos más importantes de la historia local de Santomera, sino ante una de las páginas más relevantes de la historia de la jardinería española.

Jardín del Buen Retiro de Madrid, dibujo de Riudavets. 1880. // Biblioteca Nacional de España

A continuación, el lector podrá descubrir de qué manera se expusieron las rosas verdes junto a  más de 200 variedades de rosas, cómo el nombre de Santomera se exhibió en un hecho histórico que engalardona el pasado de un pueblo que, pese a todas sus dificultades y adversidades,  siempre contó con gente de valía que nunca miró hacia otro lado cuando la vida les hizo comportarse con generosidad y coraje.

Quien sienta interés o pasión por las flores, quien entienda la historia como la antesala de lo que hoy somos todos, quien se llene de orgullo al poner en su boca el nombre de Santomera y de las buenas personas que la construyeron con sacrificio y tesón, lea este humilde trabajo que lo único que pretende es alimentar el amor por nuestras raíces, insuflar el respeto incondicional por quienes fueron ejemplo de los sentimientos más nobles, y, por qué no, ofrecer la oportunidad de vestirnos de cuerpo entero de un sano orgullo por ser unos huertanicos, ¡digámoslo con la frente bien alta!, brotados de una tierra que a todos nos engrandece. 

Bajo estas premisas nace esta publicación, cuyos receptores, obviamente, son los vivos, pero que está pensado, sobre todo y por encima de todas las cosas y aspiraciones, para honrar la memoria de nuestros muertos. A todos los que nos precedieron va dedicado.

¿Por qué nació la Exposición Nacional de Plantas, Flores y Aves de 1880?

Cabecera del cartel anunciador de la Exposición Nacional // Biblioteca Nacional de España

Las flores no solo tienen una funcionalidad ornamental, es decir,  no solo son un motivo de decoración, aunque, evidentemente, sirvan para  embellecer nuestro entorno y dar pinceladas de color a nuestras vidas. Las flores, aunque parezca una verdad de Perogrullo hay que decirlo, forman parte de la naturaleza, del mundo vegetal, y sin este, sencillamente, ninguno podríamos vivir. Además, y con no menos importancia, existen razones de carácter moral y de justicia social, de prosperidad generacional y de salud pública, que deberían ser tenidos muy en cuenta en reflexiones sosegadas, en pertinentes consideraciones y toma de decisiones. Así lo vieron y entendieron los organizadores de la Exposición Nacional de 1880, así lo transmitió la prensa de la época:

«El laudable propósito de mejorar las costumbres, educando a la humanidad en el bien y fortaleciendo las creencias y los sentimientos que apagan todo instinto cruel y toda tendencia perniciosa, han agrupado en los pueblos cultos a los hombres de buena voluntad, dando origen a las sociedades protectoras de los animales y de las plantas.

”Principia el niño por manchar una pared y no se le corrige: un día manchará la reputación más limpia. Maltrata hoy una escultura y da fin de un olmo: después golpeará y herirá carne humana!” . Estas autorizadas palabras de Hartzenbusch, uno de los más respetables patriarcas de la literatura española, justifican la existencia de las sociedades protectoras».

Por ello, sin reservas ni miramientos, con el arrojo que se espera cuando las cosas se hacen, se dicen o se escriben por principios, continuaba aseverando la prensa decimonónica:

«Los que dejan en paz a los que dañan el edificio, a la estatua y al árbol, dejan crecer y multiplicarse a los futuros destructores de todo.

El deseo de inferir daños innecesarios, cualquiera que sea su manifestación, merece las enérgicas censuras, no solo de los espíritus sensibles, sino de los espíritus menos justos.

La protección a los animales y las plantas obedece, no sólo a elevados y civilizadores sentimientos de moralidad y justicia, sino a razones de prosperidad material y de salud pública.

Cuando el hombre abusa de seres débiles abandonados a su merced, y recompensa grandes servicios con brutales y crueles castigos, cultiva feroces instintos, que arrastran fácilmente a los criminales extravíos de la depravación más honda.»

(La Ilustración Española y Americana. 15 de junio de 1880.)

La solemne inauguración de certamen

Si a quien madruga Dios le ayuda, buena nota de ello tomaron  los organizadores del evento.  Sin dejar lugar a la improvisación, la solemnidad de la exposición, dado el auspicio real, estuvo a la altura de lo que se esperaba y cumplió con creces con todas las expectativas, dando comienzo la inauguración del evento a las nueve de mañana.

Así empezó todo. Este es el inicio de la historia de las rosas verdes de Santomera que espero toque a la casa de los vecinos de Santomera y estos la dejen entrar como ellas se abrieron paso en Madrid en nombre de todos los que hoy leen sus orígenes.  Esta fue la escena que tuvo el honor de contemplar don Juan Murcia Rebagliato mientras representaba y custodiaba  con satisfacción las rosas de un pueblo que llegó a Madrid a darlo todo:

 «Los ecos de la marcha Real anunciaban la llegada de SS. MM. los Reyes, acompañados de sus augustas hermanas la princesa de Asturias e infantas doña Paz y doña Eulalia, cuarto militar y altos dignatarios, del Ministro de Fomento, gobernador de Madrid y del alcalde. Formaban también el séquito de la corte gran número de damas de Palacio y Patronesas de la Sociedad, que lucían al pecho el distintivo azul y amarillo que caracteriza a la asociación organizadora del certamen.

Después de penetrar la corte en el lindo pabellón Real, el señor Ruiz Gómez, presidente de la sociedad, dirigió breves y elocuentes frases de gratitud a los regios patronos de la fiesta.

El acto de apertura tuvo lugar, como el año anterior, en la explanada que da frente al escenario del teatro, donde la Sociedad había levantado un precioso pabellón. Delante del mismo se encontraban los sillones reales bajo un suntuoso toldo, la mesa presidencial y entorno de la misma, formando un extenso semicírculo, que se prolongaba hasta el kiosko central del jardín, los asientos donde se hallaban los funcionarios, corporaciones, socios, y personas invitadas, así como varios individuos  del cuerpo diplomático extranjero y la embajada extraordinaria de Marruecos.

Declarada abierta la Exposición, de orden de SS. MM, previa la correspondiente venia, la corte visitó con gran detenimiento las instalaciones».

(Gaceta Agrícola del Ministerio de Fomento. Tomo XV. De abril a Julio de 1880)

El 30 de mayo de 1880, el Madrid Cómico, en su número 22, daba su propia versión del evento en un tono literario que por su simpatía y hermosura narrativa  merece recuperar:

«La Exposición de aves y flores fue el acontecimiento de la semana. La inauguramos temprano, como dice un amigo mio, porque las aves y las flores son madrugadoras, y reciben generalmente por la mañana. Las flores, no sé si por la emoción o por el rocío, nos esperaban llorando de placer; las aves, como suelen tener la cabeza a pájaros, se mostraban indiferentes. Algunas de ellas, mejor educadas o más alegres, nos saludaron con cánticos; otras, sorprendidas al hacer su toilette, continuaron como si tal cosa, ocupadas en lavarse la cara o en cepillarse la ropa.»

Cómo y en qué pabellón se presentaron las 214 variedades de rosas

Pabellón de planos,  detalle del dibujo del natural de Riudavets. // Biblioteca Nacional de España

Parece mentira o difícil de creer, pero sí:  fueron 214 variedades de rosas las que salieron de Santomera hacia Madrid para ser expuestas y entrar en concurso en el Jardín del Buen Retiro. Escrupulosamente clasificadas,  el tatarabuelo de quien ha escrito el prólogo de este trabajo las presentó y las clasificó con todo detalle.  La Gaceta Agrícola del Ministerio de Fomento da cuenta de ello:

«Sobre bonitas bandejas, sostenidas por ligeros pies de fina madera, lucen también en el expresado pabellón las admirables colecciones de variadas y aromáticas rosas presentadas por el muy distinguido expositor D. Juan Murcia y Rebagliato».

La realeza, al ver tal espectáculo floral, se detuvo ante ellas y se dirigió atentamente a don Juan:

«S. M. la Reina se ha fijado principalmente en dichas colecciones de flores sueltas, prodigándolas grandes elogios, al Sr. Murcia cupo la satisfacción de escuchar benévolas frases de la Real familia.»

Con el sello distintivo de Santomera, don Juan presentó la rosa verde de Santomera en la primera de las dos bandejas, dentro de la clasificación Índicas Semperflorens. Rosa viridiflora, llamada rosa verde, ponía en el cartelito que la acompañaba. Junto a ella, 9 variedades más de la misma tipología de índicas. 164 clases se sumaban a la nómina de las rosas semperflorens  y estaban clasificadas en: Híbridas Remotantes (101), Borbónicas (10), Índicas Noisettianas (9), Perpetuales (5) y Amarilla (1). Esta bandeja tenía forma ovalada y medía un metro y noventa centímetros de ancho.

La segunda bandeja, de menor tamaño, era redonda y medía 0,78 centímetros de diámetro. Contenía 49 clases de rosas: Musgosas no Remontantes (6), Musgosas Remontantes (16),  Listadas (18), Provincialís (3), Multifloras (3) y Mycrophyllas (3).

Ambas bandejas, para enfatizar el origen de todas estas flores, con la expresa intención de dejar  constancia de cuál era la procedencia de estas rosas, en qué peculiar y hermoso lugar habían nacido, fueron construidas por el maestro carpintero santomerano Mariano Barquero, y así se lo hicieron ver a los organizadores de la Exposición Nacional. Porque si las rosas eran importantes, no menos lo era su procedencia.

Como deja constancia el Catálogo y Guía de la Exposición,   todas  las rosas fueron «las últimas de la primera cosecha», dado que «la vegetación de los rosales de Santomera -por el propio clima- se adelanta a los del resto de España».

Este minucioso  coleccionismo santomerano tuvo lugar en uno de los pabellones de la exposición, concretamente en el número 3, llamado pabellón de planos. De estilo renacentista español, de esta manera lo describe La Ilustración Española y Americana en su página 386:

«De planta rectangular, de 10 metros por 4, presentaba en su frente cinco huecos, de los que uno era la puerta de ingreso y los cuatro restantes constituían las luces, así en el frente como en la fachada posterior, habiéndose colocado altas y de manera que con el decorado interior y tapizado de las paredes, de color carmesí mate, resaltasen perfectamente los planos, a cuyo objeto había sido principalmente estudiado dicho pabellón por el ingeniero de Caminos, alumno de la Escuela superior de Arquitectura, don J. M. Ruiz de Salazar.

Le coronaba un pequeño ático, cuyas pilastras se hallaban decoradas con jarrones y bustos simbólicos del arte. Sobre la puerta principal un frontón con el escudo de la Sociedad, y sobre este una bellísima cabeza de Minerva. En los tímpanos laterales se habían colocado las armas de España, y en los de la puerta principal, los símbolos de la Arquitectura y los del Cuerpo de Ingenieros agrónomos. Los costados tenían en su parte central dos gallardetes, uno nacional y otro de la Sociedad. El conjunto de este edificio se hallaba rodeado de jardines, que se limitaban en el frente por dos soberbios jarrones de barro cocido, expuestos por M. B. y Compañía.»

Distinciones a las rosas verdes, o cómo caminar hacia el futuro entre el verde esperanza y el blanco pureza

Este es el singular origen de las rosas verdes de Santomera, cómo se fraguó la historia de la que es hoy, indiscutiblemente, la  reina de todas las flores de Santomera.

Don Juan fue premiado con diploma de primera clase y su jardinero recibió un certificado por su ejemplar trabajo más 1.000 reales. Ambos reconocimientos, frutos del buen hacer y celo empleados, certifican la importancia que tuvo las rosas verdes  y su jardín a nivel nacional en el siglo XIX.

Cada día que pasa, sepa el amable lector, más gloria que antaño cae sobre esta alhaja de la botánica santomerana, pues,  no solo se han convertido en las únicas flores supervivientes de aquel escrupuloso coleccionismo, sino que también gozan  de ser  el vegetal más peculiar que se ha enfrentado  a los avatares del destino, siendo testigo fiel y leal de la historia contemporánea de Santomera y que se erige como una de las rosas verdes del mundo, según el catedrático de Botánica de la UMU Diego Rivera, con «una de las floraciones más elegantes y originales».

La rosa verde de Santomera // M. García Sánchez

Tras casi siglo y medio , «esperanza, generosidad y buena voluntad, es lo que representa esta historia. Todo por amor a la naturaleza, a unas rosas y a un pueblo», afirmó Mónica Martínez numerosas veces en los micrófonos de Radio Sureste Cope. Y es que estamos ante «una de las rosas más raras del mundo», y así las dio a conocer 7RM en Diario del Campo.

Rosas estas que siguen a la espera, sin ningún tipo de prisa pero con relativo desconcierto, a que llegue una corporación municipal  al  Ayuntamiento de Santomera que a gala quiera reconocerlas como las reconocieron y las siguen reconociendo más allá de nuestras fronteras, y que se rinda ante ellas brindándoles los honores que sobradamente se han ganado a pulso.

Distinguirlas a nivel local, para quien escribe y divulga esta historia,  estaría muy por encima de cualquier otra distinción, pues no existe mayor agradecimiento que ver a un pueblo cómo  reconoce a sus antepasados y cómo pone en valor los tesoros que le hacen ser único.

Porque de lo que se trata, en el fondo, es  de distinguir la labor de las siete generaciones de hombres buenos que las han sabido conservar y proteger hasta nuestros días más recientes, siendo una de esas excelentes personas, para más señas, Padre del consistorio e Hijo Adoptivo de la Villa: Manuel García Peña, Manolo del Jardín para todos los que tuvieron la suerte de conocerlo. Bastaría tan solo este hecho para darle las gracias públicamente a la familia Murcia por haber bendecido a Santomera con la presencia de un gran hombre al que siempre le acompañó la profunda fe en que un mundo mejor era posible y que consiguiera, además, hacer de Santomera un lugar con una calidad y bienestar mucho mayor a como él se la encontró en 1949.

Por lo tanto, este excepcional patrimonio que son las rosas verdes, tomemos conciencia de ello, nos pone a prueba como personas y nos compromete como hijos y vecinos de Santomera, estando por encima de cualquiera. Muy probablemente, sobrevivan a todos los que hoy  lean el origen de su particular aventura histórica.

Como escribió una de las voces más autorizadas para hablar de todo cuanto envuelve la última etapa de esta historia, el presidente de la Cofradía del Santo Sepulcro de Santomera Juan Francisco Nicolás Martínez, en una artículo titulado Alhelíes y rosas verdes: una historia viva (Revista INRI. 2018):

«Estas rosas verdes símbolo peculiar llamado a perpetuar una historia con mayúsculas, protagonizado por hombres generosos, que supieron legarnos un patrimonio singular, que nos trasciende y nos compromete.  Alhelíes y rosas verdes forman una bandera sentimental donde el verde y el blanco nos unen en la esperanza y pureza de una historia que nos pertenece.»

¡¡¡ FELIZ 141.º ANIVERSARIO DE LAS ROSAS VERDES

A TODOS LOS VECINOS DE SANTOMERA

QUE SE CRECEN SOLO CON PENSAR EN SU RAÍCES!!!

Manuel García Sánchez

Santomera, 22 de mayo de 2021.

LAS ARMAS DE CRISTO EN ‘LA CAMA’, O CÓMO DESVELAR EL VERDADERO SIGNIFICADO DEL SANTO SEPULCRO DE SANTOMERA

La Cama’ en su Jardín / 17 de abril de 1981.

A don Juan Murcia Rebagliato,

Padre de  ‘la Cama ‘ y de las  ‘Rosas Verdes’,

por hacer de Santomera un lugar verdaderamente especial.

Introducción

Reciba hoy, Viernes Santo, el pueblo de Santomera con todo el respeto que me es posible el presente  análisis sobre la simbología que atesora ’la Cama’, un recorrido por la iconografía que contiene el paso más emblemático de la Semana Santa de Santomera.

No deja de sorprender el hecho de que muy poca gente se haya fijado en los detalles del Santo Sepulcro, quizás, imponente todo él nunca ha dejado detenernos con lentitud en sus más finas peculiaridades, aquellas que siempre hemos tenido a la vista pero que se han difuminado ante un conjunto que es mucho más complejo de lo que podríamos pensar. Y es que ‘la Cama’ es la Biblia hecha trono, son  los evangelios tallados escrupulosamente para que nunca se pierda el significado de la historia que contiene y que pretende conservar y pregonar. Y defender.

Nos encontramos, pues, ante la lectura  que ofrecen las Arma Christi o símbolos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo que hay talladas en ’la Cama’, las Armas de Cristo que proporcionan el verdadero significado del Yacente ‘del Jardín’.

Armas Christi

Las Armas de Cristo tienen su origen en la iconografía católica medieval y vienen a representar la conquista de Jesucristo frente a Satanás mediante una serie de armas heráldicas, todas ellas son los méritos más memorables de Cristo en la tierra, su triunfo ante el mal, su paso entre los hombres.

La lectura de estos símbolos es escrupulosamente organizada y es el orden natural e histórico de los propios evangelios el que va recorriendo ‘la Cama’. He aquí, vecinos de Santomera,  cómo se debe interpretar ‘la Cama’, cada una de las Armas de Cristo que aparecen en el Santo Sepulcro de Santomera, cómo debe recorrerse la pasión, muerte y resurrección de Cristo entre alhelíes blancos y con la presencia del cuerpo frío del Yacente.

El símbolo que más llama la atención, seguramente por sus dimensiones, es el monograma de Cristo: JHS (Iesus Hominum Salvator: Jesús Salvador de los hombres).  Este monograma se encuentra en la cabecera de la ‘Cama’ y  también es el escudo de la Cofradía del Santo Sepulcro de Santomera.  

A continuación, y partiendo del monograma que es quien anuncia la << buena nueva>>, debemos irnos de la cabecera a los pies del Señor. Pues, allí nos encontramos  el  VELO DE LA VERÓNICA o SANTA FAZ,  velo con la que enjugó el rostro de Jesús, quedando la faz de este dibujado en el lienzo. A partir de esta contraposición preambular entre la cabecera y los pies de ‘la Cama’, comienza la lectura de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

Comenzamos por la parte inferior del trono: en el misma cabecera, la LANZA que atravesó el costado de Jesús y la CAÑA CON ESPONJA para dar hiel o vinagre. En el lateral izquierdo del paso, la JARRA DE MIEL y VINAGRE (elementos que se daban a los crucificados).  Y en el lateral derecho, el MARTILLO y las TENAZAS,  martillo con el que clavaron en la cruz a Jesús, tenazas con las que lo desclavaron.

Terminado el recorrido por la parte inferior de la Cama, nos vamos a la parte superior donde los símbolos se van engrandeciendo en tamaño y significado. A los pies, el GALLO que cantó tres veces cuando Pedro negó a Jesús, gallo que se encuentra sobre el PILAR O COLUMNA donde Jesús fue mandado a azotar.   Nos vamos al lateral derecho y vemos la ESCALERA para el descendimiento de Cristo y la ESPADA con la que Pedro cortó una oreja un sirviente del procedimiento.

Y terminando este singular recorrido, vemos los últimos  símbolos de ‘la Cama’, representación del  anuncio de la resurrección: la CAMPANA que está situada sobre la cabeza de Cristo, y el BANDERÍN O BANDERA con la TROMPETA o CORNETA  en el lateral izquierdo,  que pregona el monograma del Santo paso y cierra este recorrido por un YACENTE  que en su manto contiene la CORONA DE ESPINAS con la que cruelmente se burlaron de él rodeando la CRUZ RADIANTE como símbolo del triunfo sobre la muerte y el pecado; vuelve a repetirse el martillo y las tenazas, y a la lanza y a la esponja se le suman los DADOS con los que los romanos sortearon la ropa que llevaba.

Todo este conjunto iconográfico está rodeado en la procesión del Santo Entierro por alhelíes blancos desde el año 1967, y  presenta al Yacente  como <<el camino, la verdad y la vida>>.

Colorario: un agradecimiento a Don Juan: Caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén

Retrato de don Juan /  ‘Fotografía Parisiense’ de los hermanos Debas.

Una vez interpretadas las Armas de Cristo en ‘la Cama’, de ver cómo la familia Murcia, propietaria original y actual del trono, no dejó escapar ningún detalle para darle honores a nuestra propia tierra, en un momento como el presente, obligado es recordar y dedicar este trabajo a quien lo inició todo, el Padre de esta ‘Cama’ tan querida por los vecinos de Santomera. Porque si el paso más emblemático de la Semana Santa de Santomera es, si se me permite la expresión, un símbolo de símbolos, es don Juan al que debemos el origen de esta historia que tan especiales nos hace a todos.

Y es que tiene el honor y el privilegio la Cofradía del Santo Sepulcro de Santomera, muy pocas cofradías ostentan este privilegio, de tener como patrón o patriarca a un Caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén. Fue el 4 de junio de 1884 cuando don Juan recibió por el Ministro de Estado, en nombre de Su Majestad  el Rey, el permiso para usar las insgnias de dicha orden, <<al haber hecho constatar que el Exclusísimo Señor Patriarca Latino de Jerusalén le ha agraciado con la Cruz de Caballero de la Real Pontificia y Militar Orden del Santo Sepulcro>>.

Por si no fuera bastante grandioso el origen de ‘la Cama’ y sus símbolos,  de justicia es también recordar que fue don Juan un ilustre letrado del Colegio de Abogados de Madrid, Comendador de número de la Real y distinguida Orden Americana de Isabel la Católica, Caballero de la Orden de Carlos III, Caballero Hijo-dalgo de la villa de Madrid, Diputado Provincial, y expositor de prestigio en certámenes de floricultura, siendo miembro de los jurados más importantes de botánica nacional del siglo XIX. Él es también el Padre de las flores con mayor valor patrimonial de Santomera: las rosas verdes del Jardín.  

Pero, sobre todo, es don Juan a quien corresponde hoy rendirle el honor del recuerdo.

Descansa en paz, don Juan.

Manuel García Sánchez

Santomera, 2 de abril de 2021.

‘EL HIMNO A SANTOMERA’, O CÓMO SE LE QUISO PONER LETRA Y MÚSICA A NUESTRA TIERRA

Antonio Prior // Revista la Calle

Dedicado a  Antonio Prior y a Ginés Abellán

Introducción

¿Quién sabría cantar de memoria el himno a Santomera? ¿Quién estaría dispuesto, al menos,  a tararearlo?

Este nuevo capítulo sobre la historia de Santomera nace con el ánimo de dar a conocer nuestro himno, el himno a nuestra querida Santomera, ofrecer un breve trazado sobre su historia y sus protagonistas, porque, no me cansaré de repetirlo:  la historia no es anónima, sino que tiene nombres propios que hacen que nuestro pasado no quede huérfano de padres.

Sin más motivo que el ensalzar lo bueno que tenemos lo santomeranos, lo que nos une a todos, escribo este capítulo para que sirva también de acicate de nuestro presente, reflexión sobre el futuro que queremos y, por supuesto, que sea también un merecido homenaje a los que dieron letra y música a nuestra patria, la tierra de nuestros padres y nuestros abuelos, esta Santomera que aunque sus hijos no siempre se pongan de acuerdo en muchas cosas, en una sí que convienen todos: ya pueden ser muchas las maneras de querer a esta cristiana huertanica que es Santomera, pero no existe santomerano, ni vivo ni muerto, que alguna vez no se le haya caído la baba con tanta belleza, que nunca haya arrojado una lágrima de felicidad al pensar en ella y sus gentes.

El Himno Oficial de Santomera

Según el  Reglamento de protocolo, honores, distinciones y ceremonial del Ayuntamiento de Santomera, en el anexo II, Sobre el himno de Santomera, artículo I:

<<Se aprueba como Himno a Santomera aquel cuya música y letra fueron compuestas por don A. Ginés Abellán A. y don Antonio Prior García, respectivamente y que fue aceptado en nombre del Ayuntamiento>>.

El artículo 2, Interpretación del Himno Oficial de Santomera, reza lo siguiente:

<<El himno oficial se interpretará en los actos solemnes y en aquellos que por su importancia, circunstancias o trascendencia lo decida el Sr. Alcalde>>.

La letra

Santomera, pueblo hidalgo,

simpático en tu rudeza,

pueblo noble y cristiano,

honra de murciana tierra.

De intrepidez siempre emblema,

generoso en la opulencia

y altivo cuando abate

la desgacia tus cosechas.

Mensajero de grandezas

labradas a vertedera

en el yunque del trabajo

de estripe moruna y recia,

encarnada en sacrificios

que orgulloso a España ofrendas,

tejiidos con el amor

del capullo de tus sedas.

Pueblo viril, fuego y luz,

eres de Murcia pensil.

Tu cielo azul,

esplendente primavera,

tiene la gracia hechicera

de tus mujeres hermosas,

hadas vestidas de rosa

que con trinos de amor

perfumas carnales frutos

en corolas de verdor.

De la diadema que orla

la frente de la sultana

Murcia, precioso florón

el nervioso Thader borda

con brisas de la mañana

en tu huerta un gran limón.

Los autores del himno: Antonio Prior y Ginés Abellán

Si estudiamos la trayectoria de ambos autores del himno a Santomera, tanto al que compuso su letra como al que le añadió música, Antonio y Ginés, podríamos ahogarnos entre ríos de tinta, así por la trayectoria personal como la académica de ambos. Para quien le interese ver, por ejemplo, el extenso curriculum vitae de Ginés, puede acudir directamente al Archivo Regional de Murcia (ES. 30030.AGRM/251).

No obstante, y huyendo de un recital de datos que pudiera sonar más a pedantería que a erudición, me limitaré a dar voz a uno de sus autores. ¡Qué mejor persona para tal empresa!

Escribió Ginés Abellán en el número 23 de la extinta revista la Calle de Santomera, mayo de 2004: << (esto es) un modesto homenaje a D. Antonio Prior, que tanta influencia tuvo en mi vida, por su integridad moral y por la confianza que puso en mí, sin la cual yo no habría participado en algo que tanto me enorgullece: el himno de mi pueblo.>>

<<De toda la música compuesta a lo largo de mi vida, ninguna, escrita por encargo o por propia iniciativa, ha significado tanto para mí como el himno de Santomera. Fue y es importante, además de por ser el himno de mi pueblo, por las circunstancias que rodearon su creación y reconocimiento>>, desveló el autor del artículo.

Y es que nadie más competente que Abellán para explicar el origen del himno de Santomera:

<<En 1963 yo tenía 21 años. Fue entonces cuando D. Antonio Prior García, que había sido mi profesor, y por el que sentía gran respeto y admiración, me propuso poner música a un himno que había escrito a Santomera. Superaba la incertidumbre que me produjo el encargo, por su importancia y mi escasa experiencia, pusimos manos a la obra y ésta llegó a su término el día 2 de junio de 1964.

En 1965, coincidiendo con las Fiestas de la Coronación de la Virgen del Rosario, la comisión de dichas fiestas decidió el estreno del himno. Sería el día 1 de octubre y lo interpretaría la Banda de la Academia General del Aire de San Javier y el Orfeón “Ramón Barber” de Orihuela. Después de impresos los programas, y días antes del concierto, un miembro de la citada comisión me propuso hacer un cursillo de cristiandad. Yo no hice el cursillo y el himno no fue estrenado en la fecha prevista.>>

Y culmina, de una manera un tanto emotiva, su autor:

<<El día 7 de octubre, día de la Coronación, en un concierto a cargo de la Banda de la Academia General del Aire, en el cine “La cadena” propiedad de mi familia, se interpretó por primera vez el himno, fuera de programa y dirigido por mí, ambas particularidades por iniciativa de D. Ernesto Pastor, director de dicha banda. A los primeros acordes, D. José González Laborda dijo: “En pie, es el himno de Santomera”. Ni en sueños podía haber imaginado circunstancias más propicias para oír por primera vez mi obra más querida. Bastantes años después, el día 14 de septiembre de 1987, fue aprobado el himno de Santomera en el pleno del Ayuntamiento, por iniciativa del entonces concejal de cultura D. José Antonio Gil Sánchez.>>

Ginés Abellán // Ayuntamiento de Santomera

Una valoración del himno 41 años después, por Marina Payans

La esposa de Ginés Abellán Marina Payans Alcaraz, profesora de Música, en el número 141 de la revista local, febrero de 2015, y 41 años después desde el origen del himno a Santomera, escribió lo siguiente:

<<Santomera tiene un hermoso himno, y si la complacencia del compositor es la cara de esta historia, la cruz sería la pena de Antonio Prior, autor de la letra, si la viera relegada al olvido o al desconocimiento>>.

¿Qué sería necesario, décadas después de su nacimiento, para que el himno fuera realmente popular? <<Capacidad, voluntad y medios (para tirar cohetes sería si se enseñara en los colegios o institutos)>>, confesó  Marina.

Consideraciones: ¿qué ha sido y que será del Himno a Santomera?

Bien es cierto que en noviembre de 2016, con motivo de su 50 aniversario, la banda de Euterpe, bajo la dirección de Ginés Abellán, ofreció a los vecinos de Santomera  un gran espectáculo. El himno ha sido interpretado en varias ocasiones, como, por ejemplo, bajo el título <<Murcia y la Antología de la Zarzuela>>, donde fue interpretado por la Banda juvenil de Euterpe y su Coro de Voces Blancas sumado al Coro de las Amas de Casa de Santomera en septiembre de 2018, dirigido también por Ginés Abellán. 

Como recuerda Marina en su artículo antes de dar comienzo, <<Himno: composición musical emblemática de una colectividad, que la identifica y une entre sí a quienes la interpretan>>, definición que recoge de la RAE.  Cabria preguntarse, visto con cierta perspectiva y con el paso de los años, si el himno ha llegado a ser realmente un emblema de Santomera y si el pueblo se identifica con él. Pregunta un tanto osada esta cuando, a todas luces, el himno no es conocido por la inmensa mayoría de santomeranos.

Aunque debamos agradecer que el 25 de julio de 2019 el Pleno del Ayuntamiento de Santomera decidiera por unanimidad bautizar el auditorio  con el nombre de Ginés Abellán, cabe plantearse si es cosa suficiente esta, es decir: pensando en el futuro, y en el asunto que aquí nos tiene reunidos, sería triste que dejara de sonar el himno, ya no tanto en aniversarios o en ceremonias especiales,  sino en cualquier ocasión donde haya que aupar a Santomera y sus gentes. Sería una injusticia, un acto de desagradecimiento,  que silenciáramos esta historia de amor a Santomera  donde sus dos autores nos ofrecieron, para orgullo de quienes sienten y piensan las raíces de nuestro pueblo, una letra y una música que nos acompañase en los momentos más importantes de nuestras vidas.

Como dice Marina:

 <<Lo importante es cuántas voluntades se pegan a sus alas y hacen despegar el himno de Santomera. La música que no suena es triste y oscuro silencio>>.

Manuel García Sánchez

Santomera, 6 de febrero de 2021.

‘CASA COBATILLAS’ DE SANTOMERA, UN PATRIMONIO CONFUSO Y OSCURO, O ‘CASA DEL POSIBLEMENTE’

<<Casa Cobatillas o Casa del Posiblemente>> // M. García

La doble moral de los <<defensores>> del patrimonio en Santomera

El 29 de diciembre de 2019, HUERMUR denunciaba en redes sociales que la Casa Cobatillas se estaba cayendo a pedazos y que el Ayuntamiento de Santomera no daba explicaciones a las reclamaciones solicitadas:

<<La Casa Cobatillas en Santomera, del siglo XVIII, se cae a pedazos pese a estar catalogada y protegida en el PGOU del municipio. En julio se le requirió diversa información y documentación al Ayuntamiento de Santomera sobre el mal estado de este patrimonio cultural, y a día de hoy sigue sin responder. Ya hemos reiterado la petición de información, y ahora vamos a presentar los correspondientes escritos por el preocupante estado de este legado cultural de la huerta de Murcia>>.

En Santomera, ni una sola asociación se puso en pie para sumarse a la defensa del patrimonio local que hizo HUERMUR, nadie se hizo eco, y, el equipo de Gobierno del Ayuntamiento, sin dar explicaciones a distintos medios de comunicación y asociaciones regionales, siguió con su línea de entender como patrimonio solo aquello que le pueda sacar provecho personal, rédito social y electoral. Esta misma línea, es la que siguen algunas asociaciones que no están dispuestas a morder la mano que les da de comer. En mi opinión, creo que es muy grave que tengan que venir terceros a decirnos lo mal que sabemos conservar <<lo nuestro>>, y ni siquiera somos capaces de sonrojarnos cuando vemos nuestra complicidad en ello.

¿<<Casa Cobatillas>>?

Comencemos por el principio: ¿cómo se llama realmente el edificio que aparece en la imagen de esta publicación? ¿Qué antigüedad tiene? ¿Qué valor patrimonial atesora? ¿Qué historia albergan sus paredes? ¿Se ha de reivindicar su conservación y protección? ¿Quienes están obligados, por ley, a no dejar que se siga deteriorando? ¿Alguien podría ser responsable si un día se cae definitivamente? ¿Alguien es ya responsable de cómo se encuentra en la actualidad?

Desde un punto de vista teórico, estamos ante un elemento patrimonial de Santomera que genera mucha controversia, sobre todo porque está envuelto de mucha confusión y oscuridad, confusión por no existir distinción respecto al contexto de la historia cultural de Santomera, oscuridad por carecer de claridad entre sus propios elementos. Es muy difícil encontrar algún texto de cualquier historiador o cronista donde no se cuele siempre un <<posiblemente>>, tanto al intentar datar la casa, como al bautizarla. Al datarla porque hay quienes dicen que es del siglo XVII, otros, del XVIII, incluso los que decían que era del XVIII ahora dicen que es del XVII, como si la antigüedad en algo fuera un mérito por sí mismo.

Y con el nombre del edificio sucede lo mismo que con las fechas. ¿Casa Cobatillas? ¿Casa de los Frailes? ¿Caserón de los Espinosas? ¿Casa de los Murcia? ¿Caserío de los Jerónimos? ¿En qué quedamos? ¿Cuál es la verdadera importancia histórica de este edificio? ¿Qué valor patrimonial posee? ¿Cuál es su origen? ¿Cómo sería más apropiado llamarla? Teniendo a la mano todos los documentos publicados hasta el momento, por justicia, debería ser llamada, por la confusión y oscuridad que decíamos al principio,  la <<Casa del Posiblemente>>.

Un mito que se recupera para deleite y fantasía de historiadores locales y jóvenes entusiastas

Fue el antiguo Cronista de la Villa Paco Cánovas, quien aun habiendo asumido en un principio el mito sobre la Casa Cobatillas, acabó desminitiéndolo en el número 19, noviembre de 1997, del periódico Voces de Santomera. Aunque, previamente, en el número 17 de septiembre de 1997, ya incluyó la Casa Cobatillas dentro del listado de Mitos sobre Santomera, muy bonitos todos, pero mitos (en el doble sentido del término).

Aseguraba Cánovas: <<estamos convencidos que nunca existió el convento dominico de Cobatillas>>, nunca hubo un <<convento de frailes>>. El cronista se basaba en documentos sacados de archivos ajenos a Santomera, pero también aportaba el testimonio oral de Jose Manuel Espinosa, descendiente directo de los que habían sido propietarios del edificio, asegurando el señor Espinosa no haber nunca oído en su familia ninguna referencia a un convento, más bien, fue una vivienda y lugar de trabajo del campo.

Sin embargo, el mito ha vuelto a despertar, y viene de la mano del actual Cronista Oficial de Santomera Blás Rubio y de la asociación Patrimonio Santomera, aunque Rubio viene manifestando que se trata del convento de los Dominicos, al menos, desde el año 1986, y muestra es el texto que publicó el 29 de septiembre de ese año, titulado Ven a Santomera, en el Especial de la Hoja del Lunes.

Aún así, el propio P.G.O.U, Enero 2008, en su Ficha Nº 20 establece la siguiente descripción del edificio inventariado en la Consejería de Cultura (37008):

<<Este edificio aparece denominado Convento Dominico, sin embargo el historiador de la historia local, Paco Cánovas, tras consultar los archivos y a los dominicos de Sevilla, llegó a la conclusión que este caserón, primero fue habitado por religiosas de Sta. Teresa de Murcia, y tras la desamortización de Mendizabal pasaría a manos de D. Juan Murcia que aprovechó para adquirir muchas fincas de la propiedad.>>.

La asociación Patrimonio Santomera, el día de nuestra Patrona el año pasado, el 7 de octubre, también hizo revivir el mito que trituraba Cánovas:

<<La advocación a la Virgen del Rosario viene seguramente de los frailes dominicos, inspirados en la aparición de la Madre de Dios a Santo Domingo de Guzman. Esta orden fue fundada en 1205 y se introduce en Murcia en 1270 en tiempos de la repoblación de Jaime I. Es complejo estimar su introducción en Santomera, existen varias teorías como que fueran los frailes/ moradores/ monjes / de la Casa de los Frailes o Casa de Cobatillas o bien los dominicos de Orihuela a través de sus predicaciones y catequesis en las villas circundantes>>.

El actual Cronista de la Villa afirma que es la <<Casa de los Frailes>>, pero también dice que es la <<Casa de los Murcia>>, siempre anteponiendo a ambas que se trata de <<Casa Cobatillas>>. Y donde en principio escribió que era del siglo XVIII, sus últimas publicaciones en redes sociales informan que se trata de una construcción del siglo XVII, eso sí, siempre, en cada uno de sus textos, el constante <<posiblemente>>, el <<aún no  tenemos documentos que lo acrediten>>, <<posible antigua casa de labranza de los Jerónimos de la Ñora o de la orden de Santa Teresa>>, o, en el mejor de los casos: <<el único documento que tenemos indica que el caserón posiblemente era parte de la finca expropiada.>>. Siempre el <<posiblemente>>, por ello, ha de llamarse este edificio <<Casa del posiblemente>>, mientras no exista nada claro y distinto, mientras no se siga  especulando con la llamada <<identidad de Santomera>> (otro problema el de este último rótulo porque no existe un trabajo serio y riguroso que de cuenta de ello, al igual que no existe trabajo serio y riguroso sobre la casa de la media docena de nombres, salvo pinceladas sueltas sin certeza).

Actualidad del edificio

El edificio, más allá de no poder demostrarse (de momento) la historia del mismo, no puede estar en peor estado, salvo que un día dejemos de verlo en pie.

Según el P.G.O.U, el edificio tiene una Protección estructural (GP-2), es decir:  <<tiene por objeto la conservación de los edificios, elementos y enclaves que se singularizan por su valor cultural, estético y artístico, o su calidad arquitectónica o tipología del edificio>>

Sin embargo, fue un edifico protegido sin base documental, una propiedad que, de momento, nadie ha conseguido demostrar su importancia histórica y patrimonial en Santomera, salvo mitos y fantasías, conjeturas y especulaciones. ¿Cabría interponer acciones contra el Ayuntamiento por proteger un elemento arquitectónico de Santomera por no saber qué estaba protegiendo? ¿Podrían librarse sus propietarios de la angustiosa carga que supone estar obligados a conservar algo que no se sabe muy bien qué es? ¿Qué valor tiene en realidad esa casa? Esto es lo que hay que preguntarse.

Aún así, está protegida por la ley que obliga a su <<consolidación, conservación, restauración, reforma, derribos parcial y reconstrucción y reestauración>>. Es más, ni los propietarios ni Ayuntamiento tienen la última palabra, pues  <<para la concesión de licencia de obras será precisa consulta previa  a la Dirección General de Cultura  – Servicio de Patrimonio Histórico>>. Y en este punto, todos están en un brete relativamente importante y preocupante, porque si estudiamos los Criterios de Intervención del P.G.O.U, nos cercioramos que <<se premitirán obras de reestauración , cuando resulten necesarias  para la permanencia del edifico>> (siempre que permanezcan las características del edificio). ¿Acaso, al ver el edificio, alguien tiene dudas de dicha necesidad?

Nota final

¿Entonces? ¿Ahora qué? ¿Qué ha pasado que el edificio se cae y nadie hace nada? ¿Por qué, pese a existir al menos dos proyectos para conservarlo, ninguno consigue ver la luz? ¿Quién va a responder ante la ley por su estado actual? En ausencia de compromiso local, ¿van a tener que venir de fuera de Santomera a tirarnos de las orejas? ¿Y cuando se enteren que se ha protegido la que es, según se especula, la casa más antigua de Santomera sin ningún criterio ni base documental? ¿En qué lugar vamos a quedar los santomeranos?

De momento,esto es lo que tenemos: la <<Casa del Posiblemente>>. Un edificio adornado de mitos y leyendas, una ausencia de documentación que corrobore de manera fehaciente alguna de sus teorías. Sin embargo, pese a ser  una historia que aún está por demostrar, paradógicamente tanto el Ayuntamiento como los propietarios  están obligados a velar por él, aunque nadie pueda decir nada a derechas sobre él.

Y si nos encontramos con que se trata de un vivienda sin más, si a la <<Casa Cobatillas o del Posiblemente>> no cabe atribuirle ningún mérito cultural o patrimonial, habría que concluir, es la tesis de este breve trabajo, que la antigüedad en algo, por sí sola, no dice nada ni tiene ningún valor, por lo que debería considerarse el ser descatalogada del P.G.O.U.

Sucede como con el caso de los vascos, que dicen tener más antigüedad que los españoles, sin embargo, si esa antigüedad no aporta nada, no fundamenta algo, sencilla y llanamente  habría que decirles a vascos y santomeranos que lo único que sucede es que estamos aún más cerca del  mono. ¡Como si eso fuera algún mérito o motivo para sentirnos orgullosos!

Manuel García Sánchez

Santomera, 24  de enero de 2021.

SANTOMERA, ¿UNA GUERRA CULTURAL?

Se tenía que decir y se dijo

Probablemente, este sea el texto más triste de cuantos he escrito. El que más vergüenza da personalmente. El que jamás me hubiera gustado escribir, muchos menos publicar. Sin embargo, cualquier persona medianamente honrada convendrá en que la verdad debe siempre prevalecer sobre la mentira. Cualquier vecino de Santomera que quiera a su pueblo, también estará conforme en  que no está bien eso de hacer daño a los demás. De hecho, uno de los tres principios clásicos del ideal de justicia, es ese: alterum non laedere (no dañar a otro). Pero algunos son sordos aunque tengan orejas, ciegos aunque tengan ojos o lleven gafas, y solo hablan o escriben cuando tienen la oportunidad de enseñar una bandera con su propio nombre.

Desde que me intereso por las cuestiones históricas y patrimoniales de Santomera, siempre he observado la misma conducta en quienes dicen abanderar la cultura del pueblo, aquellos que dicen ser humildes pero su ego pesa más que ellos, aquellos que dicen ser justos aunque de justicia sepan lo mismo que de humildad.

Es profundamente desolador, entre muchas cosas más, ver cómo los poderes públicos casi siempre premian a aquellos que les bailan el agua, aquellos que sienten simpatía por la vaselina. Todos esos que tasan su libertad y ponen a la venta su silencio. ¿A cambio de qué? Pues a cambio de nada, o aunque ellos crean que son el ombligo de Santomera,  y me refiero tanto a los que compran como a los que se dejan comprar. A esto, se le podría llamar, perfectamente, politización de la cultura y del patrimonio.

Pero la mezquindad en estos grupos en Santomera, llega más lejos. Ocurre algo que no hace falta ser un genio para percibirlo. En Santomera, en general, no se aplauden los logros de quienes los consiguen, se aplauden dependiendo quienes sean quienes los consigan. Es decir: no hay ni una pizca de honestidad en los <<promotores>> de la cultura y los adoctrinados por ellos, ni una mínima aspiración a la objetividad, ni un pequeño reconocimiento a los que no son de su cuerda. Parecen haberse peleado con la realidad por tozuda que sea.

En este sentido, en Santomera se han cometido cosas verdaderamente terribles. Como esa casta de seguidores de Julián Andúgar que diciendo ser amantes del poeta, pisan su memoria si con ello consiguen su propia fama, o si con ello cumplen sus viles planes. Es lo que sucedió, por ejemplo, cuando le llevaron rosas verdes impostoras, ajenas a Santomera, a su monolito, dejando caer, poéticamente, que fue el alma de don Claudio quien las había dejado. Y de un plumazo, así de sencillo, pisotearon Santomera, la memoria de sus mejores hombres y de todo aquello que dicen respetar y venerar.

Fijaos hasta donde puede llegar el delirio, que la actual alcaldesa de Santomera planeó una traición a la historia y al patrimonio de Santomera, sencillamente, porque algunos no le decían lo guapa que era. Así es ella. O te postras, o te elimino. Inauguró la Casa del Huerto sin invitar a los últimos residentes, se apropió indebidamente de documentos para la inauguración porque el gabinete de prensa del consistorio tenía nada y menos, y decidió, por encima de todas las cosas, abrazarse al cielo de Santomera en lugar de a su tierra. Como ella mismo dice: lo que le gusta es pisar Santomera (desde luego).

Esto lo he vivido yo en primera persona y por eso me siento legitimado a contarlo tal cual. Pero hay muchos más absurdos y locuras en Santomera. Por ejemplo, cuando se celebraron los centenarios a Julián Andúgar y al Tío David Castejón, por las calles de Santomera, siempre por sus esquinas y nunca en plazas públicas, con la boca pequeña y mirando de reojo, algunos promotores querían competir para ver quién de los dos vecinos era más ilustre. Del delirio al ridículo.

Hay tantos ejemplos, que algún día habrá que escribir un libro, para vergüenza de algunos. Uno más y ya finalizo: con esto de la Ley de Memoria Histórica, ahora creo que Democrática, se ha hecho una lectura partidista, parcial y sectaria de los episodios de nuestro pasado. Se planta un bosque para recordar a unos vecinos, y acaba abandonándose el bosque. Solo importaba la primera foto. Algunos son historiadores con mucha solera, pero algunas páginas las arrancan porque no les interesan. ¡Cuánto daño han hecho los abusos de los terratenientes! ¡Qué malos han sido los caciques! ¡Qué terrible fue la época de Franco! Pues en muchas cosas puede que tengan razón. Pero se olvidan que fue en la época franquista cuando se gestó y desarrolló la institución más noble de nuestra historia: la Comisión Pro-Ayuntamiento; también se olvidan que fueron muchos de esos grandes terratenientes los que más ayudaron a los vecinos de Santomera en los peores momentos;  y por supuesto, ninguno recuerda cómo donaban su patrimonio para que Santomera pudiera avanzar. Algunos no están dispuestos a reconocer que esa época tan mala, esa que tanto han criticado, es la que ahora quieren recoger en entrevistas y testimonios. ¡Con un par! Y mientras, algunos quitan nombres de las calles, otros piensan en quitar algunos cuando les toque, homenajes que quedan por el camino por tanta necedad y vanidad…

Por lo tanto, en Santomera, la batalla cultural no tiene nada que ver con cristianos y ateos, españoles y marroquíes… sino, más bien, entre los propios santomeranos que dicen sentirse muy santomeranos. Pues los marroquíes han encontrado en Santomera un oasis de generosidad, algunos ateos colaboran con algunos cristianos porque entienden que por encima de todos está la propia historia común. Por otro lado, están los que mueren y matan porque sus propias fotografías salgan en algún lado, los que se estipulan como pro hombres, es decir: los que intentando imitar a las grandes personas de nuestra historia, acaban convirtiéndose, en términos nietzscheanos, en monos imitadores del ideal.

Alguien me reprochará, y probablemente con razón, que si tanto critico la guerra cultural que hay en Santomera, porqué intervengo en ella. En mi defensa, si es que la tengo, solo se me ocurre alegar que nadie está por encima del bien y del mal, que nadie puede sentarse sobre la objetividad y mirar a Santomera con los ojos de Dios. No, no. Esto tampoco funciona así. Se puede no ser partidista, se puede no ser proselitista de determinada ideología, pero lo que es del todo imposible es ser neutral, mirar para otro lado y hacer como si no pasara nada. Esto sería una falta de compromiso en toda regla, una ausencia de responsabilidad de manual. Una cobardía.

 ¿Os imagináis lo que avanzaría Santomera sin tanta mezquindad, envidia y egoísmo? No hace falta imaginar tanto porque eso ya lo hicieron nuestros abuelos y a ellos les debemos el que consiguieran el doble con la mitad, y que nos dejaran una lección de unión antes las adversidades, lección  que, al parecer, se ha convertido en la eterna asignatura pendiente de algunos vecinos de Santomera, de los políticos los primeros, que gustan de producir enfrentamientos entre familia y amigos, entre vecinos de la misma calle. ¡Ni con una pandemia han logrado espabilar!

Pues eso. Se tenía que decir y se dijo.

Manuel García Sánchez

Santomera, 10 de noviembre de 2020

FINA ‘LA SANGONERA’, O CÓMO DIBUJAR CON ALEGRÍA LA SANTOMERA DE NUESTROS ABUELOS

Fina ‘la Sangonera’ y su nieta Victoria

El origen de una entrevista y una experiencia inesperada e inolvidable

Hace aproximadamente un mes, leí  un artículo en el periódico Voces de Santomera. Trataba sobre un carro de harina. Era una entrevista a Pepe ‘el Sangonera’: el valor y  la importancia de la harina en la Santomera de antes, la historia de una familia que en nuestro pueblo es conocida, popularmente y por tradición, como: ‘los Sangoneras’. ¡Y aún conservan aquel carro lleno de historia viva! Interesante, ¿verdad? Pero la cosa se puso aún más interesante. Observando como una descendiente de la saga en la actualidad hacía alarde, con un querer sin freno, de su abuela Fina ‘la Sangonera’  (la última en vida  de los siete hermanos), viendo cómo publicaba sus comidas en redes sociales, la manera con la que destilaba admiración hacia su abuela, me dije: blanco y en botella. ¡Hay que entrevistar a Fina ‘la Sangonera’!  Ver qué tenía que  contarle a los vecinos de Santomera  una mujer con tanto arraigo en el pueblo.  Se lo comenté a su nieta  Victoria y sin problemas.

Hasta ahí, lo normal. Lo que no me esperaba, lo que nunca imaginé, es que al finalizar la entrevista, al llegar a casa cargado de dulces que ‘la Sangonera’ había hecho para merendar, al ponerme a transcribir la entrevista y centrarme un poco y ordenar mis pensamientos, la sensación que reinaría sobre las demás iba a ser la de como si una banda de música hubiera pasado sobre mi. Con todos sus músicos. Con todos los instrumentos. Con toda la emoción y la ilusión. Eso es lo que he sentido al entrevistar a Fina:  pura viveza de ingenio toda ella. Como si la historia de Santomera hubiera pasado sobre mi con música y baile, con sonrisas ante las penas, con una alegría por encima de todas las cosas.

Dice ‘la Sangonera’, con la nostalgia dibujada en su rostro, que aunque tenga 83 años le gustaría saber dibujar, porque si así fuera, encantada dibujaría cómo era exactamente la Santomera de antes: sus calles y los lugares donde ocurrieron los acontecimientos más importantes.

Fina, no hace falta que sepas dibujar nada en  ningún papel, pues, eres, al menos desde mi humilde punto de vista, una de las mejores dibujantes de la historia de Santomera, de la historia de nuestros abuelos.

Espero que los vecinos de Santomera vean en ti lo que yo he visto, lo que a mi me has transmitido.

¡Gracias por tanto arte!

La historia de la familia de ‘los Sangonera’ contada por Fina, un viaje a la Santomera de nuestros abuelos

Josefa López Martínez nació el 25 de julio de 1937. Está casada con Andrés Escolar Sánchez y tiene cuatro hijos y ocho nietos.  A todos los quiere por igual, dice.

Hija de Antonio López Galián y Asúnción Martínez Pérez, Fina es la última Sangonera de los siete hijos del matrimonio López Martínez. Cuenta Fina que el único de sus hermanos que nació en Sangonera (la Seca) fue su hermano Pepe. Todos los demás lo hicieron en Santomera. He aquí la razón de ser de porqué  esta familia tiene el apodo de ‘los Sangonera’.

En una época donde en España se pasó mucha hambre, Fina dice haber tenido la suerte de no ser el caso, ya que su padre, por ser el repartidor de harina en Santomera y alrededores, siempre tenían un trozo de pan que echarse a la boca. <<Hazle una entrevista a mi marido, él te contará el  hambre que pasó>>, detalla para que nos enteremos que su familia fue una verdadera privilegiada. 

Al marido de Fina en el pueblo se le conoce por todos como Andrés ‘el Sangonera’, pero Fina dice que ‘la Sangonera’ es ella y si a su marido le llaman así es porque está casado con ella. Aunque Fina no puede evitar mostrar respeto y cariño por él y dice: <<bueno, él es también Sangonera, claro que sí>>.

Recuerda Fina que los niños de Santomera se ilusionaban cuando veían a su padre con el carro de la harina, pues todos sabían que cuando el Tío Sangonera aparecía con el carro, eso quería decir que al día siguiente habría pan para comer.

Dice Fina: <<Hay una anécdota sobre el carro que me gustaría contar. Iba mi padre en el carro por el camino que va hacia el barrio de la Inmaculada. Y escuchó un “miau”. Al principio, no le dio ninguna importancia. Pero el “miau” cada vez era más repetitivo. A los pocos metros, cansado ya de tanto “miau” del dichoso gato que los acompañaba en el carro, decidió parar para dejar el gato porque se le estaba poniendo la cabeza loca. Al bajar del carro y buscar al gato, no lo encontró. No había gato. Era mi hermano Juan que se había escondido en él queriendo hacer una gracia al padre>>. Esto lo cuenta Fina como si fuera una monologuista profesional, como si esta misma mañana su hermano estuviera escondido en el carro de sus padres, y es que Fina tiene la memoria fresca como una lechuga.

<<Mi madre fue la que me enseñó a amasar pan>>, cuenta Fina. <<Íbamos al horno del Tío Cascarilla y allí lo amasábamos y horneábamos>>, <<y sigo haciendo pan en el horno moruno que tengo en el campo, ¿no lo has visto? Allí nos reunimos la familia para hacer  fiestas y comer bien>>, desvela.

Con una gracia y un salero que sale por todos los poros de su piel, Fina recuerda sus primeros día en la escuela: <<no me lo podía creer, hubo algo que me impactó mucho y te lo quiero contar. Cuando pisé por primera vez  el  colegio que había (las Escuelas Graduadas, el actual CEIP Nuestra Señora del Rosario), recuerdo que estaban separados los niños de las niñas. Y lo primero que vi fue a todos los niños con la mano alzada y cantando el Cara al Sol (Fina se pone a cantar con la mano imitando a los niños aquellos). ¡Qué barbaridad! Luego me enteré que le estaban cantando a Franco. ¡Hay que joderse! –dice entre risas->>. A Fina, de vez en cuando, como es tan sencilla y llana, se le escapa algún taco que tampoco lo evita y lo dice con total naturalidad.

‘La Sangonera’  recuerda a la perfección los antiguos olivos que había cerca de su casa, donde jugaban los críos del pueblo. <<Cerca de nuestra casa explotó el polvorín. ¡Qué desgracia! Fueron mis hermanos quienes fueron a socorrer a los que allí habían>>, relata haciendo memoria de todo lo que vivió.

<<De moza ayudaba a mi familia en el campo, abriendo pimientos y con el algodón. Recuerdo perfectamente el “pisao” de la sierra del Tío Jaro. Me enseñaron a coser (Corte y Confección)  y cuando me casé me puse a tener hijos>>, cuenta sin borrar de su cara esa  sonrisa que en toda la entrevista la ha acompañado.

Algunas preguntas cortas

Como Fina cuenta lo quiere, he de reconocer que perdí el control de la entrevista en el minuto uno de la misma y fue ella quien la dirigió a su antojo y como quiso, además de lo que he contado hasta el momento, paso a transcribir algunos preguntas muy personales que le hice. Poco margen de maniobra me dejó  y solo pude internar no perderme entre ese<<ir y venir>> de Fina, entre la guasa y los datos concretos, entre esas notas de color que Fina ha puesto hasta en las páginas más grisáceas de nuestra historia.

  • ¿Cómo lleva el confinamiento?

<<Mal. Quiero salir y hacer lo que antes hacía. Los bailes y el bingo. La gimnasia. Esto de estar encerrados hace echar de menos la vida que tenía y a la que me gustaría volver. Estamos desesperados y con miedo. No voy ni a misa. ¡Para qué coño estoy criando dos pavas negras  si nos las vamos a tener que comer a solas mi marido y yo!>>.

  • ¿Tiene algún deseo que aún no haya visto cumplido?

<<Me gustaría ser más joven para poder viajar más. Es algo que me encanta y ahora, por todo esto, ni casi de mi casa puedo salir>>.

  • ¿Qué le recomendaría a los jóvenes de Santomera desde la experiencia?

<<Que fueran buenas personas y trabajadoras. Que se dejaran las peleas. No podría soportar que en mi propia familia, después de morirme, existieran enfrentamientos entre ellos >>.

Fina ‘la Sangonera’ ha respondido a más preguntas y cuyas respuestas están disueltas en el relato sobre la historia de su familia y la de Santomera. Creo recordar que me dijo más cosas, pero entre mis notas me pierdo ante el huracán de la entrevistada. Que me juzguen y castiguen una de sus hijas y  una de sus nietas, si no he sabido transmitir lo que Fina me ha transmitido. Creedme si os digo que, al menos,  he intentado sobrevivir a que pasara por encima de mi.

Una valoración personal sobre Fina ‘la Sangonera’

<<¿Qué te he parecido? Guapa, ¿verdad?>>, dice al final de la entrevista en tono jocoso. <<Pero dime tu opinión>>, me insiste. Y le contesto a Fina que mi opinión sobre ella me la reservaba hasta que no escribiera este homenaje, y digo homenaje porque lo que al principio pretendía ser un entrevista, se ha convertido en un tributo, o, al menos,  así me gustaría que lo recibieran los lectores: Fina ‘la Sangonera’,  una mujer de bandera, una vecina de Santomera excepcional.

Y es que Fina es la prueba de que todo el mundo no somos iguales. Fina es la muestra de que quien tiene personalidad propia, tiene un duende especial. Sin embargo, ‘la Sangonera’ atesora algo que verdaderamente me ha llegado. Y es haber visto en sus manos las manos de mis abuelas, en sus ojos la misma mirada bondadosa, en su piel el vivo  recuerdo de nuestros mayores, aquellos que tan mal lo están pasando ahora con la maldita pandemia.

En Fina he visto el motivo principal para  ser responsables hoy día:  el respeto por la vida, hacia los que más saben, hacia quienes más nos quieren. Es ‘la Sangonera’ no solo una lección de vida para todos, sino un ejemplo de actitud positiva ante la misma. Un optimismo en carne y hueso. Porque si algo bueno tuviera que destacar sobre Fina ‘la Sangonera’, lo tengo claro: ella misma. Sus ganas de vivir y la esperanza por regresar a la vida que antes teníamos y que ella tanto añora.

Aunque solo fuera por respeto a nuestros mayores, seamos entre todos un poco más responsables para que la vida nos de más días para disfrutar de su compañía, de poder seguir  sintiendo un profundo sentimiento de orgullo por nuestra tierra y un inmenso cariño por aquellas personas que, como Fina, nos transmiten el mejor regalo que nos puede brindar la vida: el encuentro con nosotros mismos y con quienes más queremos.

Muchas gracias, Fina.

Manuel García Sánchez

Santomera, 8 de noviembre de 2020.