ALHELÍES Y ROSAS VERDES

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Es la hora. Manolo del Jardín lo tiene todo acordado ya con Don Claudio. La familia se prepara. Una pequeña broma hacia su mujer Claudia, para sacarle una sonrisa, le sirve como preámbulo de la singular ceremonia que va a producirse en unos pocos minutos. Coge las llaves. Con paso firme se dirige hacia el gran portón del Jardín. Las puertas del paraíso van a abrirse de par en par. El perfume de los  alhelíes comienza a invitar a los vecinos. La ermita del jardín es el destino de muchos este día. Todos detienen sus miradas ante el Cristo yacente. Los más osados hasta se atreven a asomarse al interior de la urna. Todo está preparado. La Cama comienza a ser vestida con especial devoción.

La plaza de la histórica casa de la familia Murcia, con su pila en el centro presidiéndola, se convierte en testigo del ir y venir de vecinos que salen y entran del jardín llevándose consigo algo casi mágico. En realidad, muy pocos conocen la trascendencia que envuelve todo este complejo. Pero, sin duda alguna, todos tienen la certeza que se encuentran ante algo verdaderamente extraordinario. Se nota en las miradas. Quien entra al jardín, sabe que no entra a cualquier sitio. Y es que “todo cabía en aquél jardín. Nada era entonces imposible. El cielo estaba tan lejos como la luna”. El ficus, arropado por las yucas, coronado por una araucaria convertida en faro del pueblo de Santomera, esconde un secreto. Son las rosas verdes. Astutas, se camuflan en la tierra de los Adanes y Evas de Santomera. Nadie pregunta por ellas. Quizás, el éxito de su supervivencia estriba precisamente en eso, en haber estado escondidas durante casi siglo y medio. Están ahí. Eso es lo que importa. Sus guardianes lo tienen claro. Ya se encargara el futuro de poner a cada uno en su sitio, y a estas rosas donde les corresponde estar, que no es en otro lugar que en el noble recuerdo a quienes tanto las cuidaron y protegieron.

Escribo estas palabras a raíz de la entrevista realizada ayer por Mónica Martínez, de Radio sureste cope, a Juan Francisco Nicolás, presidente de la cofradía del Santo Sepulcro de Santomera. “La Cama, la joya de la huerta de Murcia”, así la calificó su máximo representante. Lo de ayer, en mi opinión, fue un viaje al pasado. Una defensa sin complejos de lo que realmente ha hecho grande al pueblo de Santomera, que no es otra cosa que la generosidad, la más preciada de todas las virtudes entre los sabios. Dice “Juanito”, en un momento de entusiasmo: “Es una tarea titánica. Impagable. Si esta empresa ha salido hacia delante –refiriéndose a la investigación de las rosas verdes- ha sido porque Manuel lo hace desde el corazón. O si no, esto no hay manera de sacarlo. Estas rosas se han convertido en un símbolo gracias a su trabajo. Es un intento por recuperar los cimientos de una sociedad”. Palabras éstas que me sonrojan un poco, incluso me intimidan. Pero que agradezco porque sé que son sinceras. Aunque las tomo en su justa medida. Siempre recordaré a Juanito como aquel vecino que entraba a la casa de mis abuelos como si fuera su propia casa. Primero un pequeño gesto de solemnidad ante quien le abría la puerta, el patriarca de la familia o uno de sus hijos,  y después, como si de un ritual se tratase, unos minutos dedicados a hablar con Claudia, a la que le dedicaba siempre, con su compañía,  unas palabras amables fundadas desde el afecto y el respeto.

La Cama desfila el próximo día 11 de noviembre, a partir de las 17 horas, por las calles de Murcia. Y no solo desfila una urna de talla de madera con el Cristo yacente en su interior. No es solo un icono religioso. Lo que va a desfilar es la propia Historia de Santomera. Nuestro patrimonio. Nuestros antepasados.

Dicen, y así me gusta creerlo, que cuando nos dejamos cautivar por la presencia del Santo Sepulcro, cuando dejamos que el perfume de los alhelíes nos hipnotice, si cerramos los ojos, si nos aislamos del mundanal ruido, si el sonido de sus cristales de roca llega a secuestrarnos, podemos escuchar a Don Claudio, con voz profunda, decir: “al hombro, vamos, despacio”.

 

 

MANUEL GARCÍA SÁNCHEZ

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