A MANOLO DEL JARDÍN, POR TODO LO QUE ME HA ENSEÑADO

He decido dejar tu imagen en la cabecera de mis publicaciones unos días, quizás unas semanas. Quiero ser el primero en intentar entender todo aquello que con el tiempo me has enseñado, todo aquello que tus valores fueron capaces de hacer por Santomera y sus vecinos. Quiero que reposes en mí una temporada, así como tu huella reposa en nuestra tierra.

¿Qué me has enseñado? Un manual de vida honesta y honrada: que más importante que sacar los cinco dedos de la mano en público para lucirlos es dejarla abierta siempre para ayudar a quien más lo necesite; que más importante que salir en una foto inmortalizando un triunfo es el convencimiento de haber hecho el bien sin mirar a quien; que más importante que buscar con ansia los honores de la multitud es buscar la paz con uno mismo y poder dormir con la conciencia bien tranquila. Una tozuda coherencia, eso es lo que me has enseñado. Eres como esos héroes que la literatura tiene que inventar para crear ideales. Pero tú fuiste real.

Evidentemente, no hay en mí la falsa ilusión de ser alguien como tú, para eso se necesita ser de una madera que ya se extinguió. Hay cosas que tampoco se pueden fingir. Sin embargo, baste tu recuerdo como medida de todas las cosas, baste tu intachable vida, tu irreprochable hacer, para, al menos, hacer que la paz y el sosiego de mi alma puedan tener un justo encuentro en tu mirada afable.

Siempre te suelo presentar en mis textos en tercera persona, «él», Manolo del Jardín, pues así te conocieron, pero todo el mundo sabe que no puedo estar más orgulloso de ser tu nieto.

Acabo este agradecimiento con la última frase que recuerdo salir de tus labios:

 

<<Quien dice que no se equivoca,

se está equivocando en ese mismo momento>>