‘LAS NARANJAS DEL OBISPO’, LAS NARANJAS MÁS HISTÓRICAS DE SANTOMERA

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Ejemplar de ‘naranjas del obispo’. 1983

 

Introducción

Los santomeranos, los hijos de una tierra que históricamente  ha sido un cruce de caminos, siempre hemos tenido la fiel convicción de que nuestros limones y naranjas tienen mucho que decir en Murcia, en España e incluso en Europa. El tiempo nos da la razón. Todos los indicios históricos, todas las aspiraciones de nuestros antepasados, nos han ido dando la pista, el camino. Y es que la historia de los cítricos de  Santomera tiene un prestigio histórico incuestionable. Sin duda alguna, Santomera debe a sus antepasados todo lo que hoy tiene. Las manos de quienes nos precedieron, todo  lo que supieron conservar, la constante voluntad por no dejar morir nuestra historia,  es hoy nuestro gran legado. Debemos a nuestros muertos lo que estamos obligados a dejar a las generaciones futuras: un incondicional  respeto por Santomera,  la lealtad requerida para  no consentir que se pierda lo que nos ha dado identidad propia. En esta ocasión, desde la investigación sobre las rosas verdes de Santomera, os mostramos las naranjas más históricas de Santomera, ‘las naranjas del obispo’.

 

 Antecedentes

Don Juan Murcia y Rebagliato (1852-1891), ‘Padre de las rosas verdes de Santomera’, heredó, junto a sus hermanos, los bienes de su padre. Según el Índice de Pruebas de los Caballeros que han vestido el hábito de San Juan de Jerusalén (Orden de Malta), en el Gran Priorato de Castilla y León desde el año 1514 hasta la fecha (1911), formado por don Alfonso Pardo y Manuel de Villena, Marqués de Rafal, correspondiente a la Real Academia de la Historia, y don Fernando Suarez de Tangil y de Angulo, doctor en Derecho y Caballeros de la misma: don Antonio era natural de Madrid, Diputado a Cortes, Regidor del Excmo. Ayuntamiento de Madrid, Secretario Honorario de S. M.,  Caballero de primera clase de la Real y Militar Órden de San Juan de Jerusalén y del Santo Sepulcro de Jerusalén y Caballero Hijo-dalgo de esta heroica villa de Madrid”.

En la  testamentaría familiar encontramos el  Inventario, Liquidación cuenta y participación de los bienes dejados por don Antonio Murcia y García entre sus hijos, donde en el apartado de   Supuestos expone que   “falleció el 10 de julio de 1862, según la partida de defunción del Archivo de la Parroquia de San Millán, dejando constancia el escribano Ignacio Palomares”. Por escrito dejó también  la voluntad personal de que sus tierras, concretamente “la finca de recreo de Santomera, huertos inmediatos a ésta y muebles (…)”, pasaran a manos de su esposa, doña Teresa Rebagliato Sorzano, como tutora y curadora de sus hijos.

 

La cuna de las naranjas del obispo

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Tarjeta de visita de don Juan

Las naranjas del obispo fueron una de las aportaciones de don Juan Murcia Rebagliato, hijo de don Antonio,  al mundo de la agricultura. Don Juan recibió por herencia un huerto de naranjos que daba nombre a la Casa Principal (Casa del Huerto).  Esta Casa del Huerto la convirtieron en lo que la tradición popular, generación tras generación, ha ido llamando ‘Casa del Jardín’. En su última etapa, un siglo después,  recibió el nombre de ‘Casa de don Claudio’, en honor al último familiar en habitarla, el tataranieto de don Antonio Murcia, don Claudio Hernández-Ros Murcia, traumatólogo de prestigio internacional, pieza clave e imprescindible en nuestra historia.

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Fotografía realizada desde la torre de la ‘Casa de don Claudio’. Parcelas con los cítricos ‘medalla de oro nacional’ a sus pies. 1983

‘Las naranjas del obispo’ se encontraban en una de las parcelas que había frente la fachada principal de la ‘Casa de don Claudio’. Estas dos parcelas contenían algunos de los cítricos que se convirtieron en ‘medalla de oro nacional’ a finales del siglo XIX.  Manolo del Jardín, capataz de la finca desde 1949, supo conservar estas naranjas, así como ejemplares de otros naranjos, pomelos, limones dulces, mandarinos y limas. 26 ejemplares de cítricos repartidos en dos parcelas.

‘Las naranjas del obispo’, llamadas así por tradición oral de la familia Murcia, hace referencia a un hecho histórico. Los hijos de don Antonio Murcia prestaban uno de sus carruajes al obispo de Orihuela (no sabemos con precisión si era a Victoriano Guisasola Rodriguez o a Juan Maura Gelebert) para que pudiera visitar Santomera y decir misa en  la capilla de la Finca. Por costumbre, antes de que marchase, le obsequiaban con unas naranjas de esta variedad.  De ahí el nombre ‘naranjas del obispo’. Un historia que, vista con perspectiva,  nos muestra cómo nuestra tierra nunca deja indiferente a nadie.

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Carruaje que utilizaba el obispo de Orihuela en el siglo XIX 

 

MANUEL GARCÍA SÁNCHEZ

 

 

 

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