LA SIEMBRA DE ALHELÍES, O LAS FLORES BLANCAS DE DOÑA EUGENIA

LA CAMA-FAMILIA

 

En la parroquia de San Jerónimo el Real se celebró la boda de la señorita Eugenia Kirkpatrick y Mendaro con don Claudio Hernández-Ros y Murcia.

Bendijo la unión don Lorenzo Solano, párroco de la Santísima Trinidad. Apadrinaron el enlace la madre del novio, doña María Murcia de Hernández-Ros, y don Luis Kirkpatrick y O’Donnell, padre de la desposada. Lucía ésta bonito modelo con manto de encaje y diadema y collar de esmeraldas brillantes y perlas pertenecientes a la familia de su abuela materna, la condesa de Santa Teresa.

Firmaron como testigos, por parte de ella, Su Alteza Real el Infante don Luis Alfonso de Baviera, los duques de Miranda y Tetuán, don Fernando Suárez de Tangil, los marqueses de Valdeiglesias, Altamira y Montemira, don Carlos Chías y Ossorio, don Antonio Herraiz, don Miguel Mendaro, don Alfonso Coello de Portugal y don Guillermo Kirkpatrick. Por parte de él firmaron don Antonio, don Ricardo y don Claudio Hernández-Ros y Codorniú;  don Antonio Hernández-Ros y Murcia, don Segismundo Royo-Villanova, marqués de Cerverales, don Jose Ignancio Valderrama, don Andrés Murcia, don Ricardo Codorniú, don Juan  Olaguibel, don Carlos de Ocha y don Jaime Estalella. Los invitados fueron espléndidamente obsequiados.

ABC, domingo 1 de noviembre de 1964. Edición de la mañana. Pág. 107.

 

Desde este momento, desde el enlace Hernández-Ros y Kirkpatrick, la Finca del Jardín de Santomera no sería la misma.   La verdadera Historia del Jardín oculta muchos de sus capítulos, muchos de sus protagonistas. Contemos, en esta ocasión,  quién fue realmente el alma mater de la restauración de todo este enclave en la segunda mitad del siglo XX.  ¿Quién fue doña Eugenia Kirkpatrick Mendaro?

 

La cara visible de la familia Murcia para el pueblo de Santomera siempre fue don Claudio, por ello, la vivienda de esta estirpe recibe, por tradición oral de sus vecinos,  el nombre de Casa de don Claudio. Sin embargo, y pese a que él fuera, mediante decisión de su madre, el responsable del destino de esta finca y de todo su contenido, fue su mujer doña Eugenia el alma mater de todo el proyecto de restauración del siglo XIX y principios del XX. Fue doña Eugenia quien ideó la reforma de la Finca del Jardín en la segunda mitad del siglo XX. Es a doña Eugenia a quien debemos la sustitución de los  claveles rojos por los alhelíes blancos. Es a doña Eugenia a quien debemos la reforma del paso más emblemático de la Semana Santa de Santomera. Bajo su criterio se restauró la Casa, bajo su criterio ‘la Cama’ inició una nueva etapa en su ya larga historia. Ella, acompañada por los descendientes directos de Manolo del Jardín y Claudia, visitaba anticuarios para embellecer con reliquias el interior de la vivienda. Los alhelíes, bajo su decisión,   fueron plantados por primera vez en la historia en agosto del año 1966, para que al año siguiente, 1967, ‘la Cama’ fuera vestida con su nuevo ‘traje de luces’. ‘Luces’ que comenzaran a embriagar el olfato de los hijos de Santomera todos los Viernes Santo.  Manolo del Jardín, en su primera etapa,  los plantaría bajo el ficus más longevo de la Región de Murcia, cerca de las rosas verdes. Con el tiempo, en su segunda etapa, la plantación pasó a la primera parcela que había frente la Casa Principal, junto a las naranjas del obispo.

A doña Eugenia también le debemos el germen de una tradición gestada en el núcleo de la familia García Infantes. Un ritual que todos los años recibía, y recibe, a vecinos y familiares. Las puertas del Jardín se abrían como punto de encuentro, como modelo de convivencia, donde estaba quien quería estar, pues nunca a nadie se excluyó de esta ceremonia. Un tradición que pese a que se ha quedado huérfana de su enclave, gracias a la Cofradía del Santo Sepulcro sigue en pie. Todos los Viernes de Semana Santa acompaña también al trono, para orgullo de sus cofrades, todas y cada una de las Cruces de sus Caballeros, Caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén que siempre velaron por la defensa de esta joya patrimonial.

 

A los vecinos de Santomera quisiera recordarles, antes de finalizar este artículo,  que se conservan semillas de los alhelíes que se plantaban en el Jardín. Recordarles que, por tradición, Manolo del Jardín los plantaba  del 15 al 20 del mes de agosto, mediante una selección de los más aptos.  Estamos, por lo tanto, en época de plantar las flores blancas de doña Eugenia, las flores de ‘la Cama’.

 

Quisiera que este texto fuera un gesto amable hacia  doña Eugenia Kirkpatrick Mendaro, madre de Ignacio, Claudio, Antonio y Luis. A ella, mi agradecimiento por intervenir en la Historia de Santomera, a ella, las palabras con las que Antonio Díaz Bautista recordaba al Santo Sepulcro en su pregón del año 2003. He aquí las palabras de un sabio:

 

“En el Santo Sepulcro hay un cuerpo frío. El que vino a traer la luz, baja ahora hacia lo más oscuro. El que nos anunció la vida eterna, está atado por los lazos de la muerte. El que era la Palabra, el Verbo, está ahora callado. Ni sus discípulos pudieron comprenderlo entonces, ni nosotros tampoco. Pero Jesús tenía que bajar a lo más hondo para salir de allí renacido. Dejémosle que descienda también a los infiernos de nuestra alma, a las cloacas de nuestro espíritu, para que allí, en el silencio del abismo, germine la simiente de la luz, de la palabra, y de la vida, y triunfe con la luz de la primavera. Tiene que haber un viernes doloroso para que llegue el júbilo mañanero del domingo”.

 

 

 

MANUEL GARCÍA SÁNCHEZ

Un comentario en “LA SIEMBRA DE ALHELÍES, O LAS FLORES BLANCAS DE DOÑA EUGENIA

  1. Muy bien, muy bien, excelente. A algún corta pega le hará objeto y lo intentara. Me ha gustado mucho saber esa historia. Un abrazo. José Antonio Martínez.

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