HISTORIA DE LAS ROSAS VERDES DE SANTOMERA: DON ANTONIO MURCIA Y GARCÍA

 

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La Historia de las rosas verdes de Santomera se remonta, como mínimo, a la década de los años setenta del siglo XIX. Esa es la fecha que se ha podido constatar de manera fehaciente respecto a su origen. Según los documentos disponibles, y hasta donde se ha podido llegar a investigar, fue don Juan Murcia y Rebagliato (1852-1891) el primer Murcia en tener entre sus manos la rosa viridiflora (el bisabuelo de don Claudio Hernández-Ros Murcia). Dicha procedencia, como es obvio, concuerda con la genética de esta singular planta, pues son exactamente idénticas a las rosas expuestas dos décadas antes en la Exposición Universal Agrícola de París de 1856.

Desde entonces, y teniendo a disposición todos los textos originales de los botánicos que han estudiado estas rosas desde la segunda mitad del siglo XIX a principios del siglo XX, podemos afirmar, junto a las tesis botánicas más recientes y estudios realizados por universidades, que la tipología de la rosa verde es variada. Dicho en otras palabras: el concepto ‘rosa verde’ es análogo y no unívoco. Esto es: no cabe la sustancialización metafísica en este asunto. Pues no existe, genéticamente, una única rosa verde, sino varias y diferentes con distinta procedencia. En términos botánicos, no todas las rosas verdes son iguales. En términos históricos, mucho menos. Las rosas verdes del Jardín de la familia Murcia llevan a gala poseer, según la biología vegetal, “una de las floraciones más elegantes entre las rosas verdes”, y según algunas de las conclusiones del trabajo que investiga su historia en Santomera, el relato más singular de todas las rosas verdes en el contexto internacional desde su aparición en el siglo XVIII. Este último dato,respaldado e indisociable del primero, las hace, desde el punto de vista patrimonial, un auténtico legado, una reliquia histórica: el vegetal con mayor valor histórico del municipio de Santomera.

En El origen de las rosas verdes de Santomera: don Juan Murcia y Rebagliato, se presentó al primer protagonista de esta historia. Pero este señor no nació  ex nihilo. En esta ocasión, y con el ánimo de hacer entrega a los lectores de un nuevo capítulo de esta singular historia donde hay una compleja red de relaciones, vamos a presentar a su padre: don Antonio Murcia y García.

Don Antonio Murcia y García fue hijo de don Juan Murcia Martínez (1790-1852), primer Murcia de la dinastía en llegar a Santomera. Don Antonio contrajo matrimonio con Teresa Rebagliato y Sorzano. Ésta, al fallecer don Antonio,  casó con José Moreno Leante, “Diputado a Cortes. Uno de los mayores contribuyentes de la provincia de Murcia en 1875 y cosechero de vinos en Orihuela. Propietario de tierras en Santomera y comprador de bienes desamortizados en Aranjuez, vicepresidente del Consejo de Administración de la “Compañía de Tranvías a vapor de Lorca a Murcia” (1880). (…). Apoyó en las Cortes el proyecto de ferrocarril Murcia-Novelda, en 1880. En 1886 fue elegido Senador por la provincia de Alicante (…)”, según el Diccionario biográfico de políticos valencianos (1810-2005).

Del matrimonio Murcia y Rebagliato nacieron Antonio, Juan, Andrés y Maria de la Concepción. Según el Índice de Pruebas de los Caballeros que han vestido el hábito de San Juan de Jerusalén (Orden de Malta), en el Gran Priorato de Castilla y León desde el año 1514 hasta la fecha (1911), formado por don Alfonso Pardo y Manuel de Villena, Marqués de Rafal, correspondiente a la Real Academia de la Historia, y don Fernando Suarez de Tangil y de Angulo, doctor en Derecho y Caballeros de la misma, se atestigua que “don Antonio era natural de Madrid, Diputado a Cortes, Regidor del Excmo. Ayuntamiento de Madrid, Secretario Honorario de S. M.,  Caballero de primera clase de la Real y Militar Órden de San Juan de Jerusalén y del Santo Sepulcro de Jerusalén y Caballero Hijo-dalgo de esta heroica villa de Madrid”.

Cuando don Juan Murcia y Rebagliato plantó las rosas verdes en Santomera en la segunda mitad del siglo XIX, junto a 213 variedades más de rosas, todas clasificadas escrupulosamente (híbridas remontantes, fragans, índicas noisettianas, borbónicas, índicas semperflorens…), su padre, don Antonio Murcia y García, ya había atesorado un ficus, una araucaria y unas yucas, así como algunos cipreses. La tradición oral de la familia Murcia, en general, confirma el dato de que fue la araucaria el árbol más antiguo de toda la Finca. Sin embargo, no hay consenso en saber cuál de los árboles fue plantado  el día en que nació su hijo Juan. Lo cierto es que cuando Santomera se convierte en una de las rosaledas más complejas del último tercio del siglo XIX en España, un Jardín con árboles (que llegarían a convertirse en centenarios) la acompaña desde el sureste de la llamada Casa del Huerto o La Principal.

¿Fue Mariano Barquero, carpintero santomerano (el mismo que elaboró las bandejas de madera para la Exposición Nacional de Plantas y Aves, celebrada en el Jardín del Buen Retiro de Madrid en 1880 –donde se exhibieron las rosas verdes y las otras 213 variedades de rosas-),  el autor del paso más emblemático de la Semana Santa de Santomera? ¿Cuáles son realmente los orígenes del Santo Sepulcro de Santomera –compañero fiel de las rosas verdes-? ¿Cuántos secretos esconde esta historia? ¿Qué es lo que tiene que enseñarnos esta narración a todos los vecinos de Santomera? ¿Por qué y para qué poner en valor los principios de la generosidad, de la buena voluntad y de la esperanza –simbologia de las rosas verdes-?

Don Antonio, como refleja su testamentaria, concretamente el Inventario, Liquidación cuenta y participación de los bienes dejados por don Antonio Murcia y García entre sus hijos, entre los Supuestos se dice que: falleció el 10 de julio de 1862, según la partida de defunción del Archivo de la Parroquia de San Millán, dejando constancia el escribano Ignacio Palomares. Por escrito dejó la voluntad personal de que sus tierras, concretamente “la finca de recreo de Santomera, huertos inmediatos a ésta y muebles (…)”, pasaran a manos de su esposa, como tutora y curadora de sus hijos.

 

Don Antonio Murcia y García,

Descanse en paz.

 

 

 

Ya que se aproxima Semana Santa, convendría, o así lo sugiero públicamente al Presidente de la Cofradía del Santo Sepulcro, Juan Francisco Nicolás Martínez, y a todos sus cofrades e involucrados en la procesión de este 2018, que este año tengan un recordatorio o mención especial hacia don Antonio Murcia y García, protagonista de este artículo y tatarabuelo de don Claudio Hernánez-Ros Murcia (Presidente de Honor de la Cofradía del Santo Sepulcro). Según los documentos que tenemos en nuestras manos, todo apunta a que estamos ante el primer Caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén (la ‘Cama’). Qué mejor forma de honrar su memoria que recordándolo.

 

 

 

 

MANUEL GARCÍA SÁNCHEZ

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