SANTOMERA, UNA TIERRA DEL COLOR DE LA ESPERANZA 

1ªRosa verde 2020

Estamos los santomeranos hermanados con los rayos del sol. Los niños de esta tierra, recordando al poeta Julián Andúgar, se comen los colores naranja y limón que nacen del azahar de nuestros árboles. Rodeados de campo y huerta, bajo un cielo al que siempre miramos rogándole caridad para nuestros extraordinarios frutos, somos hijos de un cruce de caminos cuya historia a todos nos engrandece, a todos nos pertenece. Y es que donde quiera que un brote de esta hermosa tierra asome, una huella aparezca, allí nace también una parte de nosotros mismos, una parte de nuestros antepasados.

Ahora, nos ha tocado vivir una temporada tan insólita como ardua. Nada más amargo que la incertidumbre, la ansiedad que puede producir no saber si nuestros seres queridos estarán bien mañana. Lo reconozcamos o no, con el maldito coronavirus todos hemos vuelto a  escribir en estos días alguna línea de la novela de Albert Camus, La peste, donde la irracionalidad ha asomado por los poros de nuestra piel ante una situación inesperada, desagradable para todos.  Será que somos humanos y también tenemos miedo. O, quién sabe, también nosotros tenemos derecho a equivocarnos, a no ser perfectos y cometer  algunos errores nacidos de estas  circunstancias tan desconcertantes. Aún así, por el bien de todos debemos controlar el pánico, apaciguar los temores, sosegar nuestras almas y corazones.

Aunque las calles santomeranas estén vacías, nuestras casas ahora están llenas de vida. Huelen y saben a cotidianidad. El trajín de la loca primavera se ha apoderado del interior de nuestras viviendas. Superaremos la locura de estos días con el esfuerzo y el tesón que se nos presupone, porque los santomeranos nos queremos libres, pero también sanos. Nos tocan días de responsabilidad, de sacar ese notorio huertano que llevamos dentro, ese santomerano ejemplar de hace seis meses, cuyas consecuencias de la DANA no hizo más que reafirmarnos en nuestra idiosincrasia, poner a prueba, una vez más, que todo lo grande que nace en esta noble tierra no es solo ejemplo de generosidad, sino además de coraje y entrega hacia los demás. Nada nos hace abrir más los ojos que la preocupación por los nuestros, el desvelo por su bien.

Dice un proverbio chino que “la flor que florece en la adversidad, es la más rara y hermosa de todas”. Así somos. Estos días, por tanto,  no son más que días para reencontrarnos, para salir de los contratiempos con más fuerza, para llegar más lejos y con más brío. Por muy  impredecible que sea el mañana, el futuro será obra nuestra. No será mayor la situación  prudencial que nos ha tocado vivir, que el bien que recibamos al final de este camino. Como dijo Antonio Díaz Bautista en el pregón que nos regalo en la Semana Santa de 2003: “Tiene que haber un viernes doloroso para que llegue el júbilo mañanero del domingo”.

Porque Santomera tiene el  color de la esperanza, que sea, en esta tierra de milagros de la naturaleza,  la reina de sus flores el espejo en el que mirarnos, el símbolo que no nos permita olvidar quiénes somos y de dónde venimos, de lo que somos capaces cuando se trata de cuidarnos los unos a los otros. No debe ser casualidad que la historia de las rosas verdes de Santomera esté forjada  desde  la generosidad, la esperanza y la buena voluntad. 

 

MANUEL GARCÍA SÁNCHEZ

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