DON CLAUDIO, ‘EL HUMANISTA’

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‘La Cama’.

A la izquierda, Manolo del Jardín. A la derecha, don Claudio.

Introducción

Este año, por segunda vez consecutiva, no podrá desfilar el Santo Sepulcro de Santomera con la solemnidad que le caracteriza. ‘La Cama’,  como desde antaño se conoce popularmente   esta joya de la huerta murciana, quedará también confinada en su ermita. Una herencia patrimonial que procesiona por las calles de nuestro pueblo una vez al año,  pero que, estoy plenamente convencido, recorre hasta el más recóndito de los cuerpos  de cada uno de sus  nazarenos todos y cada uno de los días de sus vidas.

Miremos el lado bueno de las anómalas circunstancias que nos ha tocado vivir. Quizás, sea un buen momento para observar en nuestro interior, atrevernos, por mucho vértigo que nos pueda dar, a ese descubrimiento de nosotros mismos, poner en práctica el <<conócete a ti mismo>> griego. Quizás, veamos cosas que antes no hayamos podido ver. Ahora tenemos una  oportunidad que la adversidad nos ofrece.

Con el ánimo de reconfortar a sus cofrades, con la intención de recordarles a ellos y a los vecinos de Santomera  porqué han de sentirse unos privilegiados, quisiera ofrecerles unas notas sobre don Claudio, la persona cuya ilustre memoria acompaña al frío Yacente del Jardín embelleciendo las calles de Santomera  dotándolas de un sentido poliédrico, quien se hizo a cargo del destino de ‘La Cama’, a petición de su madre, con tan solo 16 años, allá por el año 1952.

Ojalá recibáis esta breve y sencilla semblanza, al menos, con el mismo entusiasmo y respeto con la que se escribe. Reciba  la Cofradía del Santo Sepulcro de Santomera este texto con todo mi reconocimiento por la encomiable labor que realiza bajo la humildad y el espíritu de servicio que han sabido heredar con tanta ejemplaridad.

 

Genealogía

Don Claudio, hermano de don Antonio y doña Ana María, fue  hijo de doña María Murcia Fernández y don Antonio Hernádez-Ros Codorniú. Sus abuelos maternos fueron don Juan Murcia de Villalonga y doña Maria Dolores Fernández Llimós. Sus bisabuelos maternos, don Juan Murcia y Rebagliato y doña Felisa de Villalonga García de Paadín. Sus abuelos paternos, don Claudio Hernández-Ros Navarro y doña Ana Codorniú Bosch. Y sus bisabuelos paternos, don Ricardo Codorniú Starico y doña Mercedes Bosch Bienert.

 

Don Claudio, el humanista

Don Claudio fue uno de los traumatólogos más prestigiosos del panorama internacional. Su tesis doctoral, La influencia de diversos factores en la producción de las fracturas del cuello del femur, dedicada a su esposa,  fue presentada en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid en 1967, recibiendo el Premio extraordinario de doctorado, convirtiéndolo en  Doctor en Traumatología y Ortopedia.  Jefe del Servicio de Traumatología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, su talento y su escrupulosa formación científica lo convirtieron en Académico Correspondiente de la Real Academia de Medicina de Murcia. Su presencia en las sociedades científicas del panorama nacional fue un impulso para el mundo científico,  pues fue fundador en 1977 y primer presidente de  SIBB (Sociedad Ibérica de Biomecánica y Biomateriales) y miembro de SECOT (Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología en España). También fue miembro de las sociedades internacionales más célebres, instituciones que fueron la vanguardia del progreso científico: ESB (European Society of biomaterials de Bolonia y Bruselas), SICOT (Société Intenacionale de Chirugie Orthopédique et de Traumatologíe) y SIROT (Société Internationale de Recherche en Orthopédie et Traumatologie).

Esta vocación humanística, <<el darse a los demás>> como decía el mismo, la heredó de su propia familia. Ya que su padre, don Antonio Hernádez-Ros Codorniú, fue la máxima figura de la traumatología española: Jefe de Cirugía General y  Jefe del Servicio de Traumatología y Ortopedia del Hospital Provincial de Murcia, presidente de la Academia Medico-Quirúrgica Española, así como miembro de instituciones internacionales (SICOT  y SECOT) en las que acabaría ingresando también su hijo. Su abuelo, don Claudio Hernádez-Ros Navarro, fue miembro de la Real Academia de Medicina de Murcia y presidente de la misma durante más de dos décadas, además de Jefe de Cirugía del Hospital San Juan de Dios y Director del Hospital Provincial . Toda la medicina murciana de las primeras décadas del siglo XX giró en torno a su figura.

Si bajamos al plano donde nos encontramos el resto de mortales, podríamos citar el refranero español y decir que: de casta le viene al galgo.

 

Al servicio de Santomera

Pero ante todo, don Claudio era un buen hombre,  alguien que se enamoró de Santomera al descubrir su historia. Su mirada afable, atenta y despierta, su profundo, amable y educado tono de voz, anticipaban el carácter extraordinario de su persona. Su exhaustiva formación científica, sumado al afecto por nuestro pueblo, le llevó a protagonizar, sin querer ser protagonista de nada, uno de los capítulos más generosos y altruistas de la historia de Santomera.

En estos días, donde todos nuestros ojos están puestos en los médicos y en los profesionales que cuidan de todos nosotros, conviene recordar ese episodio de nuestro pasado que, aunque  ya hemos repetido en alguna ocasión, nunca está demás. Algún aplauso, creo yo, que también  se merece.

Como dice uno de sus hijos, Claudio Hernández-Ros Kirkpatrick, <<seguro que muchos santomeranos  conservan en su memoria lo que mi padre y Manuel (Manolo del Jardín) hicieron por ellos desinteresadamente>>. Y es que don Claudio ofreció su tiempo, todos los conocimientos arriba mencionados y toda su buena voluntad en querer ayudar a los  vecinos de Santomera.

Con la mediación de Manolo del Jardín, al que al principio envió por las calles de Santomera para que pregonase que el Jardín abría  sus  puertas, una vez más,  para entregarse al pueblo –después irían por si solos los habitantes de Santomera-, dio soluciones a los problemas de no pocos santomeranos con unas consultas que se realizaron en la vivienda de Manolo, donde toda la familia ofrecía las atenciones necesarias a los pacientes para hacer más amena la espera. Hubo casos, los más difíciles, en los que el propio don Claudio movió cielo y tierra para que los santomeranos pudieran ser operados en Madrid.

¿Y todo esto porqué? Pues para darle a los hijos de Santomera un poco de lo mucho que Santomera le había dado a él. Como él mismo reconoció cuando fue entrevistado por Tele Santomera en los albores de los años 90 del siglo XX:

<<En el plano positivo yo me enorgullezco de Santomera y de querer preservar qué es lo que fue Santomera el siglo pasado, sin perder el futuro de vista exactamente. Solo hay un punto, un caso muy puntual,  qué es lo que no me gusta de Santomera, y es muy sencillo: es el momento en el que tengo que echar gasolina para volver a Madrid>>.

He aquí, amigos de la cofradía del Santo Sepulcro, vuestro presidente de Honor, también Nazareno de Honor de la Semana Santa de Santomera.

¡Ánimo!

 

MANUEL GARCÍA SÁNCHEZ

 

 

 

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