A COROS Y DANZAS DE SANTOMERA

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Sede de Coros y Danzas de Santomera.  Antigua ‘Casa de Manolo del Jardín’. Fotografía realizada el pasado mes de mayo de 2018 desde la torre de la ‘Casa de don Claudio’

 

 

Imposible resistirse a dejar de pasear por los alrededores de lo que fue  ‘la casa de la generosidad’, ‘el cuartel general del origen de nuestro Ayuntamiento”, ‘la cuna de la Cofradía del Santo Sepulcro’, ‘la casa de la familia del Jardín’, ‘la casa del Hijo Adoptivo de Santomera’…

A la verdad se la mira de frente. Y lo cierto es  que no deja de ser desconcertante mirar alrededor y  ver en lo que se ha convertido todo, lo que fue y lo que nunca volverá a ser jamás, a saber, uno de los jardines referentes del siglo XIX y XX español. El hogar de ‘las rosas verdes’, la cuna de  ‘las naranjas del obispo’, la tierra del ‘ficus’ más longevo de la región de Murcia, un enclave que tocaba el cielo con su ‘araucaria’, araucaria que hacía sombra a la desaparecida también del Jardín de Floridablanca… Antaño, no le quedó otra a la nobleza española que rendirle honores a los jardineros de Santomera y a las 214 variedades de rosas que salieron de nuestro tierra para presentarse entre lo más distinguido de la botánica nacional decimonónica. Según La Gaceta Agrícola del Ministerio de Fomento, en su tomo XV de abril a a julio de 1880: “S.M la reina se ha fijado principalmente en dichas colecciones de flores sueltas, prodigándoles grandes elogios y dignándose admitir una magnífica rosa de té (Conde de París) que tuvo el honor de ofrecerle el Sr. Murcia (bisabuelo de don Claudio), a quien cupo la satisfacción de escuchar benévolas frases de la real familia”.

Pese a todo,  aún hay cosas igualmente de simbólicas –en esta larga historia- que se resisten a abandonarnos. No tenía lugar en los planes urbanísticos, predestinada a desaparecer, ‘la Casa de Manolo del Jardín’, el edificio con el que se ha empezado este articulo,   sigue en pie y es hoy sede de la más que consagrada Asociación Coros y Danzas de Santomera. Todo un honor para aquellos que bajo sus techos preparan sus actividades. Todo un orgullo para quienes el respeto por el pasado lo manifiestan en un trato delicado y cuidadoso hacia una vivienda que ahora es casa suya.

A vosotros, a los que cuidáis lo que otros en su día cuidaron, estas palabras y mi más sincero agradecimiento por no dejar que se caigan esas paredes.

Que ninguno olvide que todos atesoráis, sencillamente, el estar donde se gestaron no pocas empresas que cambiaron el rumbo de nuestra historia.

 

 

MANUEL GARCÍA SÁNCHEZ

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