EL HUNDIMIENTO DEL JARDÍN DE DON CLAUDIO

jardon abuelo

No fue hasta que Claudio Hernández-Ros Murcia, bisnieto de Juan Murcia, empezó a perder la salud y la pujanza cuando la historia de este jardín empieza su declive. Pese al empeño de Claudio Hernández-Ros de que su finca pasara a propiedad municipal como pulmón local, solo la almazara y la casa principal terminaron en poder del pueblo; el jardín se mantendría como zona verde en homenaje a quien lo cuidó y el huerto pasó a manos de una constructora que lo urbanizó”. Así relataba Pepa García, periodista responsable de la sección de medio ambiente del diario La Verdad, un hecho francamente desolador en su artículo La curiosa historia de las rosas verdes de Santomera, el 30 de mayo de 2017.

El pasado fin de semana, para desgracia de todos, el monumental ficus de Santo Domingo se desplomaba. “El gigante verde con el que hablaba Codorniú” (A. Botías).  Al suelo caía una larga historia. Un relato que nace en el año 1893, año en el que fue plantado el ficus. Un historia de amor y respeto hacia un árbol por el ingeniero de caminos que repobló Sierra Espuña.  Ricardo Codorniú Staríco, Apóstol del Árbol, fiel defensor del ficus, que no permitió en vida que acabasen con él, se revolvía este fin de semana en su tumba mientras el crujido de las ramas del árbol que tanto defendió, su árbol preferido, estremecía a los vecinos de Murcia.

Se cuenta, según datos oficiales, que el ficus de Santo Domingo fue de los primeros en llegar al levante español, siendo el más antiguo de la Región de Murcia. 125 años. Pero esto no es del todo cierto. Los vecinos de Santomera podemos decir, con mucho orgullo, que nuestro ficus, el que tanto cuidó la familia de Los Murcia y cuyos Apóstoles en su última etapa fueron Don Claudio Hernández-Ros Murcia y Manolo del Jardín, es el ficus más antiguo de la Región de Murcia. 160 años. Un ficus que, en su época de máximo esplendor, fue visitado por los mayores expertos en botánica a nivel nacional,  dado su imponente e impresionante porte. Un referente nacional. Nadie pudo replicarlo de ninguna de las maneras. El ficus más antiguo de la región, el padre de todos los ficus –en edad-, nuestro ficus, quería conservar su extraordinaria singularidad y protagonismo histórico.

Fue Antonio Murcia García, hijo del primer Murcia llegado a Santomera, Juan Murcia Martínez, quien plantó el árbol el día en que nació su hijo Juan Murcia y Rebagliato (1852). Diputado provincial, abogado de prestigio, propietario –junto a su hermano Andrés y hermana María Concepción (Antonio murió niño)- de grandes superficies repartidas por el levante español y el resto de España, Caballero del Santo Sepulcro, expositor de rosales en congresos nacionales sobre botánica y miembro de jurados en los certámenes más importantes del siglo XIX español, Juan Murcia y Rebagliato fue el encargado también de coleccionar más de doscientas variedades de rosas en el Jardín de Santomera, rosas que despertaban el asombro y recibían palabras de elogio por parte de la nobleza española. Entre esa amplia colección –que puso a Santomera como uno de los referentes nacionales en floricultura-, se encontraban, como ya algunos saben, un rosa con unas peculiaridades muy destacables dentro de todos aquellos  rosales antiguos. Hablamos de El tesoro desconocido de Santomera, las rosas verdes, según la periodista de prestigio nacional, Carmen Guardia. Rosas que tanta expectación han tenido siempre que se han presentando allá donde han hecho acto de presencia. “Objeto de estudios filosóficos”, dijeron de ellas en 1856 en París en un documento que aún se conserva.  Al Jardín de Santomera  llegaron, como mínimo, en el año 1879,  y al amparo de nuestro ficus estuvieron protegidas. La joya de la corona, las rosas verdes, estuvieron durante más de un siglo bajo un templo, nuestro excepcional ficus.

Para grandeza de nuestra historia, la que todos deberíamos llevar a gala, sepan ustedes, y con ello intento dar sentido a este texto, que Ricardo Codorniú Staríco fue bisabuelo por parte de padre de Don Claudio Hernández-Ros Murcia, y que Antonio Murcia García fue tatarabuelo de Don Claudio Hernández-Ros Murcia por parte de madre. Dos familias que acabaron uniéndose en la Quinta de Don Juan de Santomera en la primera mitad del siglo XX. Un prestigioso cirujano, llamado Antonio Hernández-Ros Codorniú, quedaba prendado de la señorita María Murcia Fernández. Una de las hijas de Juan Murcia Villalonga y Maria Dolores Fernández Llimós. Doña María (heredera de la Casa del Huerto, o La Principal), se encargó de que uno de sus hijos, Don Claudio Hernández-Ros Murcia, fuera conocedor de la historia de su propia familia, y  para él fueron los honores de ser el encargado de administrar El Jardín decimonónico y sus edificios igualmente históricos y simbólicos (la Almazara, La Ermita con su Cristo Yacente, y la Principal o Casa del Huerto). Edificios y Jardín que tuvo que restaurar con la ayuda imprescindible de Manuel García Peña (“sin él nada hubiera sido posible”), porque francamente la Casa del Huerto estaba que se caía, el Jardín estaba prácticamente abandonado, y el huerto era un completo desastre. Se revivió todo un siglo, el XIX. La Casa se revistió por dentro con una infinidad de tesoros gracias  a Doña Eugenia Kirkpatrick Mendaro, esposa de Don Claudio. Persona que también decidió restaurar la Cama y vestirla con alhelíes.

Los políticos de Santomera deberían ser conscientes que la Casa del Huerto se llamaba así porque allí había un huerto. Luego pasó a llamarse, popularmente, Casa del Jardín (por razones obvias), y, posteriormente, en honor a la persona que veló, o mejor dicho, desvelado estuvo en su vida para mejorar la vida de los habitantes de Santomera, se le dio (en el imaginario santomerano) su propio nombre.  Todos los vecinos conocen este edificio como Casa de Don Claudio. Y así debería ser, por respeto a su memoria, ya que sus deseos no lo fueron tanto. Son pocas las personas que han llegado a Santomera con la talla moral y la sobrada lista de repertorios académicos que este señor, así como su indiscutible papel en el desarrollo de las vidas de nuestros padres y abuelos en épocas muy difíciles. Si tan preocupados estamos todos por “los nombres de las personas y las personas como tales”, pongamos a ésta bien alto y que su nombre rotule la casa que actualmente se está rehabilitando. Es, básicamente, una cuestión de justicia y agradecimiento a quien tanto nos dio.

Por otra parte, ya no tan orgullosos, más bien profundamente avergonzados, quiero comunicarles que ha llegado la hora de un “ajuste de cuentas con nuestra historia”, en este capitulo de la Historia de las rosas verdes de Santomera.  Los vecinos de Santomera tenemos legítima licencia para sonrojarnos ante la ineptitud e incapacidad de algunos de nuestros políticos, aquellos que no supieron valorar el extraordinario legado centenario que teníamos. Mantengan en sus retinas la imagen que encabeza este texto porque nunca más nadie volverá a pasear por ese enclave tan especial. El Ficus con más historia de la Región de Murcia, el ficus del Jardín de Santomera, hoy es un trozo de madera pudriéndose en un espacio público. Un cadáver que estremece a quienes tanto lo amaron en  vida. A quienes sobre sus raíces dieron sus primeros pasos. Para vergüenza de la corporación municipal que en pleno aprobó su hundimiento en el año 2005 –aunque, como las grandes traiciones, todo esto se gestó años atrás-, condenando  el equipo de gobierno socialista (que podría haber sido otro pero fueron ellos) a todo un municipio a vivir sin su historia. Nos dejaron sin raíces. Las trituraron. Nos dejaron sin futuro. Imperdonable. Ya no da lugar ni a disculpas. Que cambien el nombre de la Calle de los huertanos por otro más apropiado, a saber, Calle Cáncer de pulmón.

“El hundimiento del Jardín de los Murcia” a cargo de una terrible especulación urbanística, cuyos responsables  tienen nombres y apellidos muy precisos.  ¡Hasta concejales de urbanismo pasaron a ser encargados de la obra que destruyó el Jardín y nuestra memoria! Vaya por delante, que ni los vecinos son responsables del hundimiento del Jardín, ni fueron todas las corporaciones municipales las causantes de la mayor violación a nuestro patrimonio histórico de nuestra historia reciente. Pero a todos nos afecta. Todos hemos salido perdiendo. Y las pérdidas son incalculables: adiós naranjas del obispo –únicas en el mundo-, adiós ejemplares centenarios de rosas verdes –las primeras en llegar a España-, adiós cítricos de experimentación –algunos ya perdidos para siempre-, adiós al monumental ficus, el más longevo de la región, adiós a las yucas… Adiós a nuestra propia historia. Adiós a nosotros mismos… A esto, señores,  se le llama traición a la Patria (“tierra”). Manchadas para siempre quedan las manos de quienes osaron dejarnos huérfanos.

Quien tenga un mínimo de honradez y agradecimiento, de sobra sabrá que Don Claudio y Manolo del Jardín no se merecían esto. Ni ellos, ni el resto de vecinos de Santomera, pues estos últimos eran los futuros herederos del esfuerzo y la constancia de la noble y generosa obra de los primeros.

Por respeto a  sus memorias, y en honor al recuerdo de los que tanto cuidaron el Jardín y tanto bien hicieron a Santomera y a sus habitantes, este “ajuste de cuentas”.

Ruego, a la gente de bien, si consiguen detener sus aceleradas vidas por un momento, que se pregunten por qué Don Claudio decidió despedirse de Santomera y no volver jamás.

Ruego, a la gente con el corazón limpio, si no me excedo en ello, que hagan el esfuerzo de preguntarse por qué Manolo del Jardín acabó sus últimos años indignado y decepcionado con casi todos y con casi todo.

Ruego, a la gente de buena voluntad, que seguro que no son pocos, que se pregunten por qué el hijo de Don Claudio, el que profundamente amó Santomera y más tiempo pasó entre nosotros, no ha vuelto a pisar nuestro municipio.

Y Ruego, a todos, vecinos y no vecinos de Santomera, que intenten dar una explicación al hecho de cómo fue posible que el propio Ayuntamiento creado por Manolo del Jardín, el que le nombró Hijo Adoptivo, fuera el mismo que hundió aquel impresionante Jardín.

 

 

MANUEL GARCÍA SÁNCHEZ

Un comentario en “EL HUNDIMIENTO DEL JARDÍN DE DON CLAUDIO

  1. Casualmente paseando esta tarde por Santomera me llamó la atención la casa de Don Cláudio y su restauración desconocía su historia ,un buen rato antes de ver la casa atravesé el jardín y contemplé el ficus y las yucas extrañandome la longevidad que podían tener y porque estaban allí …..para nada me podía imaginar la bonita e interesante historia de esta casa, de Don Cláudio ,de tu abuelo Manolo del jardín y de esas magníficas rosas verdes y un montón de cosas interesantes mas que he podido leer en tus artículos ,muy buen trabajo estarán muy orgullosos de ti ,una pena que no se actuara para preservarlo.

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