CUATRO AÑOS SIN DON CLAUDIO

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Un día como hoy, para desgracia de todos, falleció Don Claudio Hernández-Ros Murcia. Es el ciclo de la vida. Unos dicen que estamos de paso, otros que aquí se acaba todo. Lo cierto es que con personas como Don Claudio se marcha el más valioso patrimonio que los santomeranos hemos tenido en nuestra historia reciente, que no es otro que las personas que han colaborado muy activamente en el crecimiento y la conservación de este municipio.

Santomera, por su historia y los avatares de su destino, ha superado cualquier “aldeanismo”. Este pueblo se ha nutrido no solo de las personas que han sido hijos naturales, sus puertas no han estado cerradas a personas que han querido colabrar en su crecimiento, que gracias a ellos, procedieran de Orihuela o Madrid, de Beniel o de Murcia, o de cualquier otro sitio, Santomera ha tenido a bien  aprovechar lo valiosos que eran para el futuro de esta tierra y sus vecinos.

Desde entonces, a todos se nos cae una lágrima, una lagrima que no es capaz de regar los frutos que él tanto cuidó, pero que demuestra que no somos pocos los que lo echamos de menos, los que de él nos acordamos cuando paseamos por esta hermosa tierra y vemos las huellas imborrables que sus pasos dejaron. Aún recuerdo cuando un familiar del que aquí escribe entró a mi casa y dijo: “Don Claudio ha muerto”, a lo que un prolongado silencio acompañó esas palabras.

Podríamos decir de él muchas cosas, su esquela resume algunos de sus méritos: Doctor en traumatología y Ortopedia, Académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Murcia, Fundador y primer Presidente de la Sociedad Ibérica de Biomecánica, miembro fundador de la European Society of Biomaterials de Bolonia y Bruselas, miembro de las Sociedades internacionales SICOT, SIROT y SECOT en España, Presidente de Honor de la Cofradía del Santo Sepulcro de Santomera.

Don Claudio fue un hombre que estuvo por encima de ideologías políticas, rara avis.  En la memoria de muchos vecinos quedan también sus consultas extraoficiales en Santomera. Desde Madrid llamó a su capataz, Don Manuel García Peña, y le dijo: “Manuel, ahora que me he jubilado, tengo más tiempo para seguir ayudando a los vecinos de Santomera. ¿Puedes ir en busca de aquellos cuyos casos no parecen tener solución?” A lo que Manolo del Jardín contestó: “no te preocupes, así lo haré”. Estas consultas en ocasiones se alargaron hasta las tres de la mañana. Y no los recibía en su casa, “La Casa del Huerto”, sino que quiso que su capataz abriera las puertas de su vivienda, quiso que fuera en la casa de nuestro Hijo Adoptivo donde se recibieran a todos esos vecinos necesitados, donde la mujer de Don Manuel también los atendía ofreciéndoles agua o cualquier otra cosa en esas largas esperas. Una entrega a los demás sin parangón.

No puedo cerrar este texto sin mencionar otro legado que nos dejó, también gracias a su capataz. Les hablo, y muchos ya lo saben, de esas rosas verdes que, actualmente, el Departamento de biología vegetal, de la Facultad de biología de la Universidad de Murcia, quiere analizarlas a fondo. No se me ocurre mejor forma de honrar la memoria de nuestros antepasados que poner en valor aquel legado que se resiste a abandonarnos, que nos sigue recordando de dónde venimos. Y es que “patrimonio” significa “los bienes que nos dejaron nuestros padres”.

Invito al Ayuntamiento de Santomera a que todos los 28 de febrero volteen las campanas de la Iglesia y recuerde la memoria del nazareno de honor del Santo Sepulcro. Otra seña de identidad de este pueblo en el que muchos vecinos se sienten identificados con su tradición. Recordemos también, en este día,  cómo se abría el portón del Jardín para vestir “la cama” con alelíes, cómo la generosidad se hacía carne, como la entrega al prójimo tenía nombre y apellidos, Don Claudio Hernandez-Ros Murcia.

 

MANUEL GARCÍA SÁNCHEZ

 

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