LAS ROSAS VERDES DE SANTOMERA, UNA DECLARACIÓN DE INTENCIONES

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Siempre quiero ser muy cauteloso con esta investigación, con este proyecto que en breve comenzará a andar por sí solo porque es una tarea en la que ya no solo son mis pasos los que se oyen. De nada sirve el entusiasmo si no va acompañado de una racionalidad que lo iguale o lo supere, de nada sirve un viaje sin compañeros. El Ayuntamiento de Santomera nació con la búsqueda y selección de los vecinos más incansables y comprometidos, más allá de ideologías y pareceres personales. Eso he querido yo hacer con estas rosas tan raras, he ido en búsqueda de las personas que pienso que más me pueden ayudar en este asunto. Se trata de una cuestión, básicamente, de generosidad. Quien haya nacido en este pueblo debe saber que o pone algo de su parte en la creación del mismo o aún no ha entendido como se fraguó la aventura de esta noble tierra.

No es nada fácil crear una historia objetiva y crítica cuando formamos parte de la misma, ya que estamos involucrados de tal manera que la asepsia se convierte no solo en una tarea ardua sino, en la mayoría de ocasiones, el mayor de todos los retos a asumir. Por ello, y aunque toda esta investigación comenzó de manera muy modesta, se ha convertido en un asunto que me ha desbordado en algunos sentidos. Este ha sido el motivo por el que he tenido que recurrir a algunas personas pidiéndoles ayuda, perspectiva, pero sobre todo, un respeto por las rosas, por Santomera y por sus protagonistas.

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Todo lo expuesto anteriormente no es más que una excusa para comunicarles, estimados lectores, las últimas novedades sobre esta investigación tan ambiciosa. El hijo de Don Claudio, Claudio Hernández-Ros Kirkpatrik, me recibe el día 20 en Madrid. Me comunica que el Jefe de Espacios protegidos del Ayuntamiento de Madrid está interesado por la verdiflora, quiere que nos conozcamos para trasmitirle la historia de estas rosas, quiere implicarse con este asunto, quiere incluir en la Rosaleda del Ayuntamiento de Madrid esta historia tan singular.

Aprovecho esta ocasión para comunicarles también que Carmen Guardia, la periodista de Agrodiario, va a seguir dándole alas a las rosas verdes. En muy poco tiempo vamos a emprender el mayor reto que tiene esta investigación, que no es otro que el reconocimiento oficial de la verdiflora. No deseo otra cosa que verlas vestirse de gala, con su vestido verde, que puedan decirle al mundo el nombre de la localidad de las que son hijas adoptivas, aunque quizás habrá que empezar a hilar más fino, pues es estas rosas son tan naturales de Santomera como la propia historia de este pueblo.

No quisiera abandonar este texto sin trasmitirles que en los próximos meses va a crearse una asociación que aspira a institucionalizar las rosas verdes en el municipio del que a gala lleva su  nombre a todas partes. Se pretende recuperar la memoria de uno de los vecinos más extraordinarios de Santomera, Manuel García Peña, con la ayuda de las personas que mejor lo conocieron. No hay otra tarea que escribir la Historia de Santomera en las vertientes que más influyeron en nuestro Hijo Adoptivo y en el que él más influyó, como el Ayuntamiento, la Comunidad de Regantes y la Iglesia. Tres instituciones que vertebran al propio municipio y que sus historias aún están por descubrir y por escribir.

Sin más motivo, me despido de ustedes con el ánimo de que la próxima vez que nos comuniquemos sea para mostrarles los frutos de esta investigación. Solo se trata de poner en valor a nuestra tierra, a nuestra patria, a sus vecinos y a las heroicidades que convirtieron a Santomera en un pueblo que, sin duda alguna, aún está por conocer.

Atentamente,

MANUEL GARCÍA SÁNCHEZ

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