EL SANTO SEPULCRO DE SANTOMERA, DON CLAUDIO Y MANOLO DEL JARDÍN

El Santo Sepulcro de Santomera, el Cristo Yacente, o como los habitantes de esta villa lo conocemos cariñosamente, “La Cama”, se incorporó a las procesiones de Semana Santa en el siglo XIX. Es, sin duda alguna, una de las tallas que más historias tiene que contarnos. Un orgullo para todos los vecinos de esta tierra, más allá de creencias personales, tener entre nosotros un símbolo como éste. La Historia nos desborda a todos. Todos somos hijos de un pasado que nos canta de dónde venimos.

Hablar del Santo Sepulcro es hablar de la Historia de Santomera y sus vecinos. Hablar del Santo Sepulcro es hablar de Don Claudio y su familia. Linaje que nos ha dejado nuestros edificios más importantes. Estirpe que siempre ha estado ligada a esta hermosa tierra. Cristianos que siempre han estado ahí cuando más los hemos necesitado. Personas con las que tenemos una serie de deudas impagables. Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos de ser hijos de quienes somos.

Fue precisamente Don Claudio quien agració a nuestro pueblo  con la presencia de una persona que de su mano llegó de Beniel.  Un hombre de madera de boj. Un ser extraordinario que vino a darlo todo, y todo lo dio. Estamos hablando, cómo no, de Manolo del Jardín. “Un hombre incansable”, según Ana María, hermana de Don Claudio. Él y el Presidente de honor de la Cofradía del Santo Sepulcro, “dos gigantes de la generosidad”, en palabras de Claudio, el hijo de Don Claudio que más tiempo pasó entre nosotros. “Quiero remarcar muchísimo que nada de lo que llevamos visto sería posible, ni yo hubiera podido hacer nada, sin alguien a quien todos conocéis, que es Manuel García Peña (…). Sin él, no se hubiera podido hacer aquí absolutamente nada. Es la mejor persona que jamás haya conocido públicamente, y quiero decirlo”. Estas son las palabras con las que  el propio Don Claudio quiso hacer justicia con nuestro Hijo Adoptivo en un documento audiovisual en el que enseñaba el Complejo del Jardín, hoy desaparecido. Un “imperio” hundido pero con algunos restos que luchan con el ánimo de enseñarnos lo especiales que debemos sentirnos. Unas “reliquias” (lo que queda) en las que nos movemos, en las que tenemos que permanecer si no queremos ahogarnos en la más absurda superficialidad, si no queremos que se olviden a las personas que hicieron grande e importante el nombre de Santomera, quienes hicieron de la entrega al prójimo un modo de vida.

Uno de esos restos, uno de los tesoros del Jardín y de nuestra Historia, son las rosas verdes, que con motivo de honrar a  nuestros muertos fueron citadas con solemnidad por el pregonero Juanito, vecino ejemplar y comprometido donde los haya, en su Pregón de Semana Santa 2017. Él es el responsable, en este sentido, de que se escriban estas líneas. De alguna manera, me obliga a corresponderle en esa hermosa lección de historia y cartograma de valores con los que emocionó a la multitud de vecinos que lo acompañaron y arroparon el pasado día 1 de abril. Y es a él, al Presidente de la Cofradía del Santo Sepulcro, a quien va dedicado este texto y mi más absoluta consideración.

La rosas verdes estuvieron custodiadas por los antiguos emperadores chinos en la Ciudad Prohibida, donde no permitían que nadie se acercara a ellas.  Sus raíces tomaron tierra en Santomera con el bisabuelo de Don Claudio, Don Juan Murcia y Rebagliato (1852-1891), en cuya esquela aparece, destacando a los demás honores, el de Caballero del Santo Sepulcro.  Caballero también, y esto lo dice el que aquí escribe, de las rosas verdes. El primero de una larguísima tradición llena de entrega y compromiso. Cuatro generaciones de la familia de Don Claudio y tres de Manolo han custodiado este hermoso legado. ¡Casi siglo y medio en Santomera! Vayan sabiendo, queridos vecinos, que nuestro pueblo fue un icono de la floricultura en el siglo XIX, y nuestro Jardín compitió con el resto de jardines decimonónicos españoles con más de doscientas variedades de rosas. Su olor a pimienta, su ausencia de pétalos, su color, su condición de estériles, y su extraordinaria Historia, nos obligan a mostrarles todo nuestro respeto, nos obligan a despertar a nuestros antepasados con el noble y justo ejercicio del recuerdo.

Actualmente está en proceso la rehabilitación de la Casa de Don Claudio (Casa del Huerto). Nos conviene saber, en esta radiografía de nuestro pueblo, que fue su mujer quien estuvo detrás de la reforma de este edificio y del Jardín centenario en el siglo XX. Antes de que Don Claudio se casara con Eugenia Kirkpatrik Mendaro, la Cama  vestía claveles rojos. Fue Doña Eugenia quien reformó el Santo Sepulcro y lo adornó con alhelíes. Fue ella, acompañada de un primogénito de Manolo del Jardín, quien decoró el interior de la casona con motivo de rescatar lo que fuimos en el siglo XIX, y acompañada estuvo en las gestiones de dicha reforma. Fue un descendiente de Manolo, a petición de Don Claudio, quien descubrió, mapa en mano, la genealogía de la familia Murcia en nuestra región. Donde saltaba un dato, un apellido, allí se desplazaba para atestiguarlo. Fue Manolo y su familia, quienes custodiaron el Jardín, el Huerto, la almazara, la Casa Principal, la ermita y su Cristo Yacente, y por supuesto, las naranjas del obispo (también conocidas como las naranjas de los huevos del obispo), y las extraordinarias rosas verdes.

Lo dicho, hablar de Don Claudio y Manolo es lo mismo. Es hablar de nuestro pueblo y de nuestros antepasados. Es hablar de nuestras raíces y de nuestro presente. Cuando vean desfilar La cama por nuestras calles, no solo van a ver fe y pasión, no solo van a ver cultura y patrimonio. Si prestan la suficiente atención, si dejan que su olfato se inunde del perfume que desprenden los alhelíes, van a verse a ustedes mismos.

 

Feliz Semana Santa y felices fiestas.

 

MANUEL GARCÍA SÁNCHEZ

Deja un comentario