«La vida es como una estación de tren, la gente va y viene todo el tiempo, pero los que esperan el tren contigo son los que valen la pena.»
(Anónimo)
Preámbulo
Hoy es 28 de febrero de 2024. Se cumplen once años del fallecimiento de un madrileño enamorado de Santomera. Pese haber nacido en la calle Platería de Murcia y haber pasado gran parte de su vida en la capital de todos los españoles, su madre, doña María Murcia Fernández, se encargó de que desde bien pequeño estableciera estrechos lazos sentimentales y morales con un pueblo del levante español que fue la referencia esencial de toda una estirpe familiar, una familia que se quedó tan prendada de Santomera que a ella quiso corresponderle dejándole una huella imborrable. «No sé qué pasa aquí en Santomera, pero todo el que la conoce acaba enamorado de ella», dijo don Claudio Hernández-Ros Murcia en una entrevista a la televisión local a principios de la década de los noventa del siglo pasado.
Con motivo de la presente efeméride se escribe y se publica este texto. Y se escribe y se publica a cuatro manos y a dos corazones. Si el año pasado, con motivo del X Aniversario del fallecimiento de don Claudio, fueron sus cuatro hijos quienes dieron un paso al frente para aupar la memoria de su padre, este año, por diversas razones, he querido que sea su hijo mayor, Ignacio Hernández-Ros Kirkpatrick, quien particularmente me acompañara en esta noble y hermosa tarea que es la de el recuerdo, la de, etimológicamente, hacer regresar al corazón la memoria de quien tanto bien hizo en Santomera. Y no es que en algún momento saliera de nuestros corazones su memoria. Sólo se trata, así lo veo yo, de abrirlos como se abre una botella de champagne y hacer que salga disparado el corcho que atesora nuestros sentimientos y nuestros pensamientos más profundos. ¡A ver si tenemos suerte y todas esas burbujas llegan al cielo y tocan a quien a todos nos tocó en la tierra de manera tan especial!
Muchas gracias Ignacio por tu amabilidad, por aceptar con tanta generosidad y humildad mi invitación, muchas gracias también a tu mujer Teresa por sumarse con tanta naturalidad y cariño. Cosas como esta me hacen pensar que quien siembra, recoge. Y tu padre y mi abuelo no debieron hacerlo muy mal cuando, después de tantos años, ambas familias, la tuya y la mía, siguen encontrándose en esta aventura que es la vida, para darles, como antaño, a los santomeranos un motivo de orgullo, un estímulo más para enamorarse de este pueblo de Murcia que nada tiene que envidiar a ningún otro.
A la memoria de tu padre va dedicado este trabajo que con tanto orgullo y respeto escribo. Ojalá lo recibáis todos con la misma ilusión con la que yo lo público.
¿Por qué Ignacio Hernández-Ros Kirkpatrick?
En realidad, podría haber colaborado en esta publicación cualquier otro de los hijos de don Claudio y de doña Eugencia, pues todos tienen muchas cosas que contar de su padre. Todos sienten el mismo amor y devoción por quien fue faro y antorcha en sus vidas.
Su elección quizás tenga que ver con que en el trabajo de hace un año, el que se publicó en el X Aniversario, hubo algo que omití, algo que no conté. Y creo que es buen día hoy para hacérselo saber a santomeranos, murcianos y madrileños.
También he de decir que quizás tenga algo que ver que la figura de Ignacio no es nada ajena a Santomera. ¿Algún santomerano, ya entrado en años, conserva en su memoria a una santomerana llamada Brígida? Me refiero a mi tía bisabuela (por vía materna), hermana de Adela (jefa del servicio de la familia Borreguero Artés), hermana de María (esposa de Juan ‘el Regante’ -patriarca de los Regantes-)… Pues Brígida fue la tata de Ignacio, quien cuidaba de él en Santomera y en Madrid, además de ser la cocinera preferida de don Claudio.
Ignacio, para más señas, celebró su boda en la Finca del Jardín de Santomera. Recuerdo que su madre me confesó en Madrid: «fíjate si significaba tanto Santomera para mi marido, que sus deseos fueron que su primer hijo se casara allí». Al contarle esto el año pasado a Ignacio, este dijo: «Seguramente mi padre quiso eso. Pero yo me casé en Santomera porque lo decidió mi mujer. Vio aquella finca y lo deseó, como todas las grandes decisiones familiares, que las deciden las mujeres». (Otra vez volvemos a la idea de que quien conoció Santomera y el Jardín, preso de amor quedó; otra vez volvemos a la idea de que las mujeres fueron mucho más importantes en la historia de lo que algunos creen).
Declara con afecto Teresa Bellosillo Goyoaga:
«Efectivamente, la que tuvo la idea de casarnos en Santomera fui yo. ¿Por qué? Porque Ignacio y yo, cuando empezamos a salir, al tiempo Ignacio hizo un programa de informática donde se registraban todas las labores de ahí, de la finca, de Montanaro y de Santomera. Y entonces, iba los fines de semana y los puentes a trabajar en el ordenador. Iba haciendo el programa y desarrollándolo. Y cada vez que iba Ignacio, iba yo con él. Y en Santomera estaba don Claudio en aquella casa grande. La verdad es que pasamos mucho tiempo los fines de semana, puentes y vacaciones, y nos escapábamos por ahí, nos íbamos a la playa, nos conocimos mucho ahí… Era una finca que me encantaba: me encantaba estar, me encantaba las paellas de tu abuela, me encantaba pasear por los limoneros… y bueno: decidimos casarnos allí.»
Ignacio y Teresa se casaron bajo los auspicios del Jardín y el Huerto más importante de la historia de Murcia el 31 de octubre de 1993.
Una pasión tremenda por los trenes
¿Qué fue lo que se omitió hace justamente un año? Pues una declaración de Ignacio sobre una de las aficiones de su padre, una «pasión tremenda» que lo mantuvo entretenido durante toda su vida y ensimismado hasta los últimos días: los trenes y la historia del ferrocarril en España.
Al preguntarle al hijo mayor del matrimonio Hernández-Ros Kirkpatrick por la tremenda pasión de su padre por los trenes, no ha sido necesario una larga lista de preguntas, él solo ha cogido carrerilla, como si estuviera viendo a su padre ahora mismo, y yo solo he tenido que agachar la cabeza y ponerme escribir todo cuanto he podido:
«Desde que era niño, recuerdo que mi padre tenía maquetas de tren. Siempre dominó el modelismo y lo que conlleva: su construcción, darle la electricidad que necesita… En casa siempre veía cientos y cientos de revistas de Renfe, supongo que estaría inscrito en ellas.
Cuando se jubiló se compró una caravana para viajar. Le encantaba viajar, sobre todo a Santomera. Pero tardaba días en llegar a Murcia porque se paraba en muchas estaciones de trenes. Se quedaba junto al maquinista y hablaba con él, o se detenía en un ferrocarril cerca de una mina viendo cómo habían sido los trazados o cómo podían haber sido.
Fue de los primeros Amigos del Ferrocarril. Y le encantaba el Tren de la Fresa, un tren a vapor que sale en primavera y hace un pequeño recorrido por Madrid.
Cuando falleció, sus hijos no sabíamos qué hacer con sus maquetas. Se las ofrecimos a Renfe para donarlas. Eran tan grandes y asombrosas que decidieron exponerlas. No es normal que un museo acepte este tipo de donaciones. Las expusieron junto a una plaquita que ponía: donada por los herederos de don Claudio Hernández-Ros Murcia.
Su afición llegaba muy lejos. En casa hemos visto cosas muy raras y particulares. Por ejemplo, teníamos en una de las paredes una placa de tren con un agujero. Había sido ametrallada en la Guerra Civil y mi padre la tenía colgada como curiosidad de la historia del ferrocarril.
Agustín Valderrama (hermano de Nacho -padre este de mi primo Carlos-), tuvo mucha relación con todo esto. Por el hecho de ser primos, íbamos con él de excursiones de pequeños. Fue un cargo en Renfe y era amigo de mi padre. Ambos conversaban sobre los trenes y el ferrocarril. Comentaban algún artículo que había salido en las revistas, entre ellos se desvelaban algunas cosas que sabían y que no salían en los artículos…»
He aquí, estimados lectores, una de las maquetas realizadas por don Claudio:
«La maqueta original “Alcázar de San Claudio” fue construida entre 1993 y 1997 por el doctor D. Claudio Hernández-Ros Murcia, traumatólogo, ortopedista y miembro de la Real Academia de medicina de Murcia. Sobre el tablero recreó un paraje ferroviario imaginario de la línea ferroviaria de Madrid a Cáceres y Portugal, situado en las proximidades de Talavera de la Reina (Toledo). La maqueta contaba con un único circuito (vía Märklin) para la circulación de trenes, todos ellos habituales de la línea, entre los que se encontraba el Lusitania Expreso.
Sin embargo, su principal valor radicaba en la gran riqueza de detalles en cuanto a paisajismo y arquitectura, realizados casi todos de modo artesanal recreando mediante escenas y personajes en ambientes típicos de la década de 1960 en España. Para su construcción, además de madera, papel y cartón, empleó materiales reciclados como latas de conserva, piezas de bisutería e incluso radiografías.
Tras su fallecimiento en 2013, la familia donó la maqueta al Museo. Ubicada ya en la sala de modelismo, fue reconstruida y ampliada tanto en superficie como en infraestructura.»
(Sala de Modelismo. Museo del Ferrocarril de Madrid.)
Conclusiones
Don Claudio, como traumatólogo alcanzó todas las metas posibles, por ello capitaneó las sociedades más importantes a nivel nacional e internacional, siendo fundador de algunas de ellas. No existe en el panorama español muchas personas que alcancen su larga y profunda trayectoria profesional (léase el homenaje del X Aniversario de su fallecimiento).
Sin embargo, su talante filántropo, su idiosincrasia como hombre renacentista del siglo XX, le hizo explorar distintos campos del saber. Y uno de ellos fue el mundo de los trenes.
Antes de fallecer, creó un canal en youtube. En él explicaba cómo montaba sus maquetas de trenes. Incluso inventó algunos trenes y trayectos. Tuvo la capacidad suficiente de aportar al mundo del ferrocarril cosas que nadie había hecho antes, ni la gente que se dedicaba profesionalmente a ello.
Llegó a conducir, él mismo, trenes de vapor. Y los santomeranos deben saber que ha sido la única persona en la historia que descubrió por qué no pasa por Santomera el tren. Lo tenía todo tan estudiado, que lo llegó a explicar a Tele Santomera cuando Paco Antón le preguntó por su opinión, como hombre sabio, de este pueblo.
Desde una perspectiva material, y respecto a la historia de la evolución de Santomera en cuanto su trazado de calles y vías, dijo don Claudio algo que aunque cayese en saco roto en su momento, hoy se recoge en este trabajo para conocimiento de nuestra propia historia:
«Santomera perdió, y eso es poco conocido, la conexión con el tren. Era más lógico y estaba pensado que el ramal de Murcia-Alicante hubiese pasado por Santomera. Desgraciadamente, la compañía hizo primero el trazado Murcia-Cartagena y se fue a la vertiente contraria del río. Y entonces, fue la Compañía de Ferrocarriles Andaluces la que hizo el tramo Alicante, y entonces con él era más sencillo y lo empalmó en Alquerías. Pero en origen ya hubo un estudio precisamente y el trazado ferroviario debería haber pasado por Santomera. Sin embargo, nos ha venido la bendición de la Autovía que nos conecta a Europa.»
¡Pues aquí lo tienen de nuevo! A un hombre que por sus saberes e investigaciones en distintos ámbitos, por su profunda y polifacética formación y diversos inventos, tiene mucho de aquellos prohombres que se forjaron en escuelas italianas que pretendían recuperar ideales clásicos del mundo antiguo. Aunque, como bien es sabido, y si no pregunten a todas las personas que lo conocieron, en lo que más destacó, su mayor contribución a su familia, amigos y a este pueblo que tantos desvelos le produjo, fue su bondad, esa capacidad de hacer el bien que, a día de hoy, aún sorprende cómo es posible que existiera una persona tan extraordinariamente buena.¡Faltan días en esta vida para dar las gracias a la familia Murcia por habernos correspondido de esta manera tan singular y hermosa!
¡Descansa en paz, queridísimo don Claudio, que te lo has ganado! ¡El Santo Sepulcro de tu familia sigue a buen recaudo, las rosas verdes de tu bisabuelo siguen viendo amaneceres! Parafraseando al poeta de Orihuela: entre las flores te fuiste, entre las flores nos quedamos.
(PD: ¡Toc, toc! Vuelvo a llamar a la puerta de quien quiera abrirme y tome en consideración lo que propuse hace justamente un año: que el Ayuntamiento de Santomera se plantee si este hombre de bien, esta gran persona, por sus logros materiales y humanísticos dentro y fuera de nuestro Municipio, merece la honorable distinción de Hijo Adoptivo de la Villa.)
Manuel García Sánchez (nieto de Manolo del Jardín)
Santomera, 28 de febrero de 2024